Después de mucho tiempo asistiendo a las celebraciones convencionales de Nochevieja, hace un año decidimos tomarnos las uvas fuera de España. Elegimos Berlín para pasar cuatro
días, dos del año viejo y dos del nuevo. Nos parecía un destino atractivo y
estaba a buen precio. Encontramos billetes de avión que salían más baratos que cualquier
AVE y la oferta de alojamientos económicos era amplia, de modo que nos lanzamos
a la aventura. En este post, que publico con un año de retraso, voy a contaros
nuestra experiencia, por si os resulta de utilidad en caso de que planeéis
viajar a la capital alemana.
Día
1.-La mañana del primer día la dedicamos a un ‘free tour’ en castellano. Lo
reservamos desde España en Civitatis.
Es una visita guiada, a pie, de unas tres horas de duración que te permite una
primera toma de contacto con el centro de la ciudad. Comenzamos el itinerario
en la puerta de Brandeburgo, vimos el Memorial del Holocausto, nos hicimos
fotos en algunos de los restos del viejo muro que aún se conservan, nos
situamos en el terreno donde se asentaba el cuartel de la Gestapo, pisamos
sobre el bunker donde se suicidó Hitler, paramos en el Check Point Charlie y
terminamos en la plaza donde los nazis quemaban los libros de los autores poco
afines. Al final de todo este ameno recorrido, se le suele dar una propina al guía. No hay nada establecido, lo que cada cual considere. La
verdad es que el itinerario y las explicaciones merecen la pena porque sirven para
orientarte durante el resto del viaje.
Previamente
habíamos visitado la cúpula del Bundestag, el Parlamento Federal Alemán, otra
actividad gratuita e inexcusable. El diseño de Norman Foster es de una belleza
que apabulla. En cuanto a las vistas desde allí arriba son fantásticas y te
ayudan a ubicar y reconocer los puntos más destacados. Puedes disponer gratis
de audioguía en castellano. También hay que reservar con tiempo. Nosotros lo
hicimos online
antes de viajar.
Para
comer elegimos un mercadillo callejero en la plaza de Gendarmenmarkt, una zona
pintoresca donde pudimos probar las tradicionales salchichas y su cerveza. Alli
lo más popular son las currywurst, trozos de salchicha bañados en
salsa de curri. Hay puestos por la calle donde te las sirven en un cartoncito y
te las llevas puestas. También se lleva lo de beber vino caliente con canela.
No está mal en invierno, te hace entrar en calor.
Con
el estómago lleno y algo cansados, seguimos inspeccionando la zona a bordo de
un autobús: el 100, que recorre la arteria principal y los puntos de interés.
En él pasamos por la isla de los museos hasta llegar a la Alexanderplatz, otra
plaza muy icónica de la antigua RDA que no tiene mayor atracción que la Torre
de la Televisión de Berlín, el edificio más alto de Alemania a cuyo mirador se
puede subir previo pago de unos 12 euros. No subimos porque nos pareció
demasiado por contemplar una vista panorámica de la ciudad. En la plaza, además, hay un reloj giratorio que da la horas de todo el mundo y un montón de tiendas
y restaurantes.
Luego
regresamos al hotel, para reponer fuerzas y amortizar la tarjeta de transporte.
A la hora de la cena, nos trasladamos a conocer la Potsdamerplatz, una moderna zona
comercial y de ocio.
Día
2.-Nuestro objetivo era conocer la East Side Gallery, un kilómetro del muro de
Berlín original al lado del río Spree que se ha convertido en un gran mural de
arte urbano. Es una visita obligada si uno quiere hacerse la tradicional foto
delante del mural del beso entre Brezhnev y
Honecker. Como todo el mundo quiere hacer lo mismo, dad por hecho
que encontraréis gente delante y os tocará esperar vuestro momento.
De regreso
al centro, decidimos inspeccionar la isla de los museos. No entramos en
ninguno, no teníamos tiempo (ni ganas). Así que paseamos por la zona para ver
de cerca y por fuera la Catedral, el Ayuntamiento rojo y el parque donde están
las estatuas de Marx y Engels. Después
nos acercamos al barrio judío para admirar los famosos patios de los que
habíamos oído hablar mucho, pero que nos costó encontrar y tampoco nos entusiasmaron demasiado.
La
noche de Fin de Año, tratando de localizar inútilmente algún restaurante donde cenar,
descubrimos el barrio medieval de San Nicolás, el más antiguo de la ciudad. Está
detrás del Ayuntamiento rojo. Si iluminado por las luces de Navidad te sentías transportado a un cuento de hadas, imagino que por el día será todavía más bonito. Me quedé con
las ganas de comprobarlo. Ya que he mencionado el espinoso tema de la cena de
Nochevieja, si tenéis previsto estar allí en esta fecha y os pasa como a nosotros
por confiarnos, tranquilos, siempre podréis cenar en el McDonalds que hay muy
cerca de Alexanderplatz y hasta pediros unas gambas con gabardina. Eso sí, acompañadas de un refresco, porque esta cadena no vende ni una mísera cerveza con alcohol.
Tendréis que esperar a salir a la calle y adquirirla en alguna de las tiendas
que encontraréis abiertas.
Día
3.-El primer día del año madrugamos para ir temprano al centro de información
del Monumento del Holocausto. Está bajo esta instalación y es gratuito. No quiero
sonar irreverente, pero particularmente se me hizo un poco pesado. El drama del
holocausto está profusa y detalladamente explicado, así que es una sucesión de
paneles con texto que hay que ir leyendo -o escuchando si utilizas una
audioguía-.
Continuamos
caminando hasta ver más de cerca el Check Point Charlie, una recreación del puesto fronterizo
entre el territorio administrado por los estadounidenses y el de la RDA, bajo
el control soviético. Es otro de los puntos preferidos por los turistas para
sacarse una foto, que es de pago si eliges posar con alguno de los caballeros
disfrazados de militares que hacen allí el paripé.
La
zona del Zoologische Garten fue nuestro siguiente destino. El zoo tiene
dos entradas muy fotografiables. Muy cerca había un mercado navideño junto con
la Iglesia Memorial Kaiser Wilhelm, un templo bombardeado en la Segunda Guerra Mundial que se ha conservado en ruinas en recuerdo. Es una zona idónea para
hacer las típicas compras o tomar un tentempié, ya sea en cualquiera de los
puestos del mercadillo navideño, si vais en esta época, o en los muchos comercios y restaurantes que lo rodean.
Día
4.-Solo nos quedaba medio día en Berlín antes de que saliera nuestro vuelo por
la tarde, así que lo invertimos en visitar Topografía del terror, un museo que
se levanta en el lugar donde se encontraba el cuartel general de la Gestapo y
en el que se relatan las barbaridades que hicieron los nazis. Es gratuito,
igual que la audioguía en español. También se me hizo un poco largo.
Nos faltaba por tachar de nuestra lista de puntos de interés un lugar mítico: el Tiergarten, que es una especie de Parque del Retiro. Como teníamos
poco tiempo, cogimos de nuevo la línea 100 de autobús, nos sentamos en la primera fila del piso superior y lo atravesamos sobre ruedas. La columna de la victoria, en el
centro de la zona verde es visitable y se puede subir si tienes ganas de
chuparte 285 escalones en caracol para acceder a un mirador desde donde
–dicen- se puede apreciar una increíble vista panorámica de la ciudad. Eso
nos quedó pendiente.
Una vez repasada a grandes rasgos nuestra agenda durante estos cuatro días, voy a ramatar con cinco consejos
prácticos:
-El
transporte es una de las grandes bazas de esta ciudad. Tiene autobús, metro,
tranvía y tren para moverse por Berlín. Nosotros optamos por una
tarjeta de grupo diaria. Con ella pueden viajar hasta cinco personas por 20
euros y montarse en lo que quieran las veces que quieran. Todo el mundo
recomienda coger una bicicleta para explorar la ciudad. Yo aconsejo el
transporte público. Sale más barato, no te tienes que preocupar de dónde lo
aparcas y además en invierno sirve para entrar en calor. Los autobuses 100 y 200 son casi como un autobús turístico porque recorren todo lo que hay que ver en la ciudad, mientras que el TXL conecta el aeropuerto de Tegel con el centro.
-Dicen
que la mejor época del año para visitar Berlín es la primavera y probablemente
tengan razón. Yo solo lo conozco en invierno y puedo decir que anochece a las
16:30 horas. Hay poco más de ocho horas de luz, lo que te limita mucho las visitas. Y
digo luz, no sol. Lo normal es que a lo largo del día veas lluvia, nieve,
nubes, algún rayo tímido de sol y de nuevo un cielo encapotado. Habitualmente hay
temperaturas bajo cero, pero nosotros tuvimos suerte. Y aunque el viento hacía
que la sensación térmica fuera inferior, estoy segura de que en Valladolid pasan
más frío. En cualquier caso, con llevar ropa de abrigo se soluciona este inconveniente.
Eso sí, ese tipo de prendas ocupan más en el equipaje, así que ojo si solo tenéis
previsto viajar con maleta de cabina.
-Berlín como destino turístico europeo presenta ventajas evidentes. Por ejemplo, para viajar hasta allí no necesitas sacarte el pasaporte ni cambiar
de moneda. Aunque el idioma alemán es complicado, con el inglés te apañas. E
incluso puedes encontrar a alguien que tenga el detalle de intentar hablarte en
castellano cuando se percata de tu nacionalidad. Normalmente suelen ser emigrantes.
-Entre
los numerosos alojamientos asequibles elegimos el hotel
Meininger Berlin Tiergarten, un establecimiento relativamente nuevo con
estética urbana y moderna. Está especialmente pensado para familias y
mochileros. Cuenta con un montón de rincones muy ‘instagrameables’. Solo le
pondría una pega. No sé si se debió a las fechas en las que nos hospedamos,
pero la limpieza fue francamente mejorable. Después de las cuatro noches, resultaba bastante evidente que nadie había entrado a barrer
el suelo y mucho menos a hacer las camas que, por cierto, solo estaban cubiertas con un
simple edredón. A cambio, disponía de una consigna para dejar las maletas después del check out que aprovechamos mientras apurábamos nuestra visita antes de la partida.
-Por
último, si vais a pasar allí el Fin de Año o, como ellos lo llaman, Silvester, un aviso: están locos. Son unos
pirómanos de cuidado. Las mascletás de Valencia parecen un juego de niños comparadas con lo que montan los alemanes en esta fecha. Además del castillo de fuegos artificiales oficial con que reciben al año nuevo en la Puerta de Brandeburgo, donde se desarrolla la principal fiesta callejera de Año Nuevo, por toda la ciudad los berlineses tiran
cohetes y petardazos como si no hubiera un mañana. Les da igual quién se cruce en su camino. Vivimos un ataque en toda regla dentro de un autobús. El conductor, con total naturalidad, manejaba el vehículo haciendo eses, para sortear el impacto de los proyectiles.
Y la cosa no dura solo cinco minutos a medianoche. No señor. Comienzan a las
cinco de la tarde, cuando ya es noche cerrada, y a las tres de la mañana todavía
les queda artillería.
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