Según
el INE, España registró en 2018 la tasa más baja de natalidad
de los últimos 20 años. Para mayor preocupación, el crecimiento vegetativo ha
sido negativo, es decir, las defunciones han superado ampliamente a los
nacimientos. Cada vez que se difunden datos tan
alarmantes se reabre el debate sobre las razones que conducen a los españoles a
no procrear. Para ser más exactos, a las españolas.
No
me arrepiento de haber tenido dos hijos. Incluso si no hubiera aplazado tanto
el momento y mis circunstancias personales hubieran sido distintas, me habría
animado a traer al mundo alguno más. Pero me frenó la edad, el panorama laboral
y el hecho de que mi fecundidad habría requerido un cambio de casa y de coche, y
supuesto menos posibilidades de viajar, cinturones apretados, pocos caprichos,
más visitas médicas y muchas renuncias a todos los niveles.
A
veces fantaseo con cómo sería mi vida de haber renunciado a ser madre y la comparo con mi momento actual:
-Imagino
mi pasaporte en regla y plagado de sellos. Ahora lo tengo caducado al fondo de
un cajón.
-Durante ese ejercicio de ensoñación me veo también con una
excitante vida social repleta de festivales, conciertos, teatro, cine,
restaurantes de moda y eventos varios. A cambio, la vida real me recuerda que en
la última década he disfrutado de poca música en directo, casi siempre en
calidad adulto responsable de menores; que la mayoría de funciones a las que he
asistido han sido actuaciones escolares; que me he resignado a consumir más cine
por streaming que en pantalla grande; y que de los restaurantes que he
frecuentado desde que nacieron mis hijos solo me preocupaba que el menú
incluyera algo que no rechazaran sus exigentes paladares.
-En el terreno
afectivo, supongo que la ausencia de prole en mi hogar habría propiciado más
momentos de intimidad con mi pareja, al no depender de sus horas de sueño para
dar rienda suelta a la pasión, mientras que la chispa que suele encender las
discusiones conyugales se limitaría a asuntos de adultos, no a pataletas infantiles.
-En
cuanto al plano laboral, tiendo a pensar que sin niños mi yo imaginario se habría
hecho un nombre en la profesión y podría presumir de una brillante trayectoria.
No sé si habría acertado más o menos en mis decisiones, lo que sí sé es que habrían
respondido a mi propio y exclusivo interés profesional, no a la conciliación
familiar. Apeada de la nube, la cruda realidad es que aquí estoy, superados los
50 y sin una nómina.
Desengañémonos,
o vives para ti o vives para ellos. Hay que elegir. Y eso cuesta. Algunas nos
creemos muy listas y decidimos no renunciar a nada, ambicionarlo todo, corriendo
el riesgo de quedarnos a medias en ambas facetas y convertirnos en personas
permanentemente insatisfechas y con un acusado sentimiento de culpa.
Si cobras
800 euros al mes en un empleo temporal que no te da para mantenerte a ti misma
sería una responsabilidad tener un hijo. Tampoco tiene mucho sentido traer
niños a este mundo cuando gozas de una situación profesional privilegiada pero
tus horarios de trabajo te van a impedir cuidarlos y verlos crecer. A no ser
que, en un ataque de responsabilidad ciudadana y patriotismo, quieras
contribuir a elevar la tasa de natalidad del país y, ya de paso, generar empleo
en el sector del cuidado infantil y la ayuda doméstica. Eso si no tienes a mano
abuelos a los que robarles la tranquilidad de la jubilación.
Aunque
no os lo creáis, hay progenitores que sufren por tener que pasar la mayor parte
de su tiempo trabajando, sea por realización personal o por mantener un
aceptable nivel de vida. Se les parte el corazón cuando llegan a casa y sus
pequeños ya están dormidos. Sufren pensando que se han perdido la salida del
cole de sus retoños, el relato de sus anécdotas del día mientras toman la
merienda o el baño diario. Cuando los críos crecen y esos padres son
conscientes de que no han vivido la infancia de sus angelitos por reuniones
hasta las tantas en la oficina, viajes de trabajo o el after work con los
compañeros, todos coinciden en lamentar no haber estado ahí. Entonces se
olvidan del manido discurso del “tiempo
de calidad”.
Las
cifras indican que la pirámide demográfica se va al carajo y con ella el estado
del bienestar. De modo que no queda otra que hacer algo para incentivar la
maternidad. Pero mientras no se tomen medidas efectivas que de verdad hagan que
merezca la pena lanzarse a dar a luz sin que tan feliz acontecimiento te provoque
un trauma de por vida, entenderé que las mujeres sigan siendo reticentes a
embarazarse, en particular las de mayor
formación, mujeres altamente preparadas que han colocado su carrera
profesional por encima de su deseo de ser madre y retrasan el embarazo
conscientes de que un bebé, además de requerir un gasto de tiempo, dinero y
salud mental, difícilmente te permite progresar tanto como ellos. Lo más cómico
es que en el ámbito laboral se te penaliza si tienes hijos, pero si admites que
no quieres tenerlos, despiertas intriga, cuando no rechazo, porque una mujer
que no muestra interés por ser madre resulta sospechosa, por su falta de
instinto maternal y –lo peor- por su ambición profesional, algo inimaginable en
el caso de los hombres.
Hace
sesenta años se tenían hijos (muchos) con solo un sueldo en casa, muchas
apreturas y pocos caprichos, un escenario al que las mujeres
de hoy no están dispuestas a volver. Tener hijos es hipotecarte de por
vida, también metafóricamente. Porque, además de implicar un chorreo continuo
de gastos en pañales, ropa que dura menos de una temporada, libros de texto,
regalos de Navidad y demás antojos, supone también rediseñar tu agenda para
llenarla de citas con el pediatra, tutorías, cumpleaños infantiles o
actividades extraescolares. Te obliga a cambiar tu vida social por la suya,
condicionar tus tiempos de asueto a sus horarios y colocar su bienestar por
encima del tuyo. Y todo cruzando los dedos para seguir manteniendo un empleo
que te dé el soporte necesario para costear esa burbuja y evitar que tus hijos contribuyan
a incrementar la tasa de pobreza
infantil.
No
es solo una cuestión de bajos ingresos, trabajo precario, incertidumbre sobre
el futuro y alquileres por las nubes. Hoy nacen menos niños porque las mujeres
no quieren que nazcan más. Porque la maternidad como les gustaría no existe. Y es imposible
tenerlo todo.
Buenísimo articulo Ángela, has definido muy bien la situacion actual, en mi opinión con 3 hijos, no me arrepiento para nada y soy muy feliz de tenerlo y cuidarlos.
ResponderEliminarMe alegro de coincidir. Gracias por leerlo y por tus palabras. Disfrútalos!
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