Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

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lunes, 8 de febrero de 2016

Títere sin cabeza

Un concejal no puede estar al tanto de todo. Tampoco un concejal de Cultura. Resulta imposible que pueda saber punto por punto cada detalle de la programación de los centros culturales municipales o de las actividades organizadas por el Ayuntamiento con motivo de algún evento o fiesta, a no ser que sea una persona obsesa del control y exija que por su mesa pase cada dosier antes de la contratación. En ese supuesto no le quedaría otra que renunciar a dormir para poder supervisarlo todo. Y aún así dudo que le diera tiempo. 

Por eso, cuando uno ocupa el puesto de concejal debe rodearse de gente de confianza en la que poder delegar muchas de sus atribuciones con todas las garantías. No es cuestión de tomar posesión y convertirse en un títere, sino centrarse en las grandes cuestiones y que el personal a tu cargo ejecute el trabajo sucio siguiendo tus instrucciones; lógicamente se necesitan tantas personas como precise el área, autónomas, resolutivas y dotadas con la suficiente sensatez como para consultar los asuntos especialmente delicados antes de tomar algunas decisiones. De esta manera, si hay que organizar un programa de festejos para celebrar el Carnaval, puedes limitarte a marcar unas líneas de actuación -"chicos, busquemos algo colorido de fiesta y chirigota"- y que sean tus subalternos “sobradamente preparados” quienes se encarguen de diseñar un contenido ajustado al presupuesto, digno y coherente con el ámbito en que se va a enmarcar, elegido con criterio y siempre visualizado previamente. Es mejor renunciar a programar algo si no se sabe realmente de qué va. 


Hoy en día casi todo está en internet, así que basta con googlear un nombre para tener referencias o hacer un barrido por Youtube para encontrar imágenes de cualquier cosa. No vale contratar de oídas, confiar en lo que te recomiende un amigo o leer por encima un catálogo en pdf y dar el visto bueno. ¿Y por qué? Primero, porque con el dinero público no se juega. No olvidemos que cuando el vecino asiste a un evento municipal desea comprobar que el dinero de sus impuestos se invierte con cabeza. Y segundo, porque te arriesgas a promocionar a alguien que o no tenga la mínima calidad que exige un espectáculo impulsado por un Ayuntamiento o que maneje un mensaje equívoco y te la meta doblada. 

Si no sigues estas reglas de oro te arriesgas a equivocarte y organizar un pequeño caos que luego puede devenir en escándalo desproporcionado. Y cuando eso ocurre, yo no veo otra que soltar amarras. 

Es lo único que pienso decir sobre la polémica de los titiriteros.

jueves, 28 de enero de 2016

Qué es el arte

Nací en Toro que, como todo el mundo debería saber por su gran importancia en otros momentos de nuestra historia, está localizado en la provincia de Zamora. Allí ahora mismo hay un gran revuelo por el cartel seleccionado para anunciar las fiestas de Carnaval de este año. Por situar a quien lo necesite, el Carnaval toresano es antiquísimo. Hay que remontarse a 1590 para encontrar las primeras menciones, aportadas por las Madres Clarisas, hasta cuyo convento llegaba el alboroto que acompañaba a la época de Carnestollendas. Los carnavales de mi pueblo han tenido ordenanzas municipales que los regulaban a principios del siglo XX e incluso fueron de los pocos que, camuflados bajo el nombre de “Fiestas de Invierno”, lograron saltarse la prohibición franquista y seguir celebrándose. Toda esta larga tradición les hizo merecedores del título de fiesta de interés turístico regional en 1995. Son, por tanto, unas fechas importantes para muchos, no solo para los amigos de la juerga y el desenfreno, sino principalmente para los hosteleros que ven multiplicar sus ingresos con la visita de los turistas. 

Pero volvamos a la encendida polémica que tiene su origen en el autor de la obra, el artista local Rufino González de Córdoba, conocido por todos como Rurro. El “pecado” que ha cometido ha sido inspirarse para crear el cartel en el cuadro de la Virgen de la mosca, una de las piezas más emblemáticas del patrimonio artístico del municipio, visible en la sacristía de la Colegiata de Toro, y sobre la que circulan diversas teorías a propósito de su procedencia y autor. Aunque lo que siempre ha llamado la atención por encima de cualquier otra cosa es precisamente el insecto que le da nombre, representado en la rodilla izquierda de la Virgen, sobre el manto rojo, con tal realismo que parece de verdad posado sobre la pintura fresca y atrapado para la eternidad. Rurro reinterpreta la estampa flamenca del siglo XVI inyectándole el espíritu carnavalesco. Para que podáis apreciar ambas obras  y entender el conflicto, os las muestro a continuación.





El Ayuntamiento ha elegido este de entre todos los carteles presentados por su calidad, destacando la “gran idea” que ha tenido el autor al escoger este símbolo “para que protagonice una de las fiestas más importantes y que más une a todos los toresanos y toresanas” y hacerlo “desde el mayor de los respetos”. Aunque si uno lee los MÚLTIPLES REACCIONES publicadas en la entrada de Facebook mediante la que el Consistorio difundía la noticia, pronto repara en que no todo el mundo “comulga” con las ideas del Equipo de Gobierno -por cierto, del PSOE-.

Hay temas sobre los que es mejor no discutir porque las posturas suelen estar tan enfrentadas y ser tan opuestas e irreconciliables que sabes desde el principio que ninguno de sus defensores se apeará del burro. La política, el fútbol y la religión son tres de esos temas. Y lo que es peor, el debate sobre estos asuntos suele terminar en el fango del reproche y el insulto. Es un problema que arrastramos. Somos incapaces de dialogar, intercambiar opiniones o discutir sin terminar poniendo a caldo al que no piensa como nosotros.

No creo que en el ánimo de Rurro haya estado caer en la irreverencia o molestar a las gentes de fe. Tampoco mofarse de una obra de arte en el año en que Toro será sede de una cita artística de tanto renombre como LAS EDADES DEL HOMBRE. Todo lo contrario. Creo que su dibujo no atenta contra nada, ni siquiera contra las reglas del buen gusto. Otra cosas es que uno aprecie más o menos ese estilo pictórico. Y ¡ojo!, que en lo que se refiere a expresión artística tampoco ha inventado nada. Ya lo hizo antes Picasso con Las Meninas






Y si hay que buscar una escena religiosa, ninguna mejor que La Última Cena de Leonardo da Vinci, que ha tenido REINTERPRETACIONES a porrillo, a cada cual de gusto más dudoso. E incluso algunas ciertamente interesantes, como la propuesta experimental del artista bilbaíno José Manuel Ballester, que creó nuevas versiones de grandes cuadros de todos los tiempo en las que borró las figuras originales para invitarnos a ver las obras desde otra perspectiva. 





CONCLUSIÓN: no la hay. Salvo recurrir al chiste. ¿Qué es el arte?… Helarte es morirte de frío.