Un concejal no puede estar al tanto de todo. Tampoco un concejal de Cultura. Resulta imposible que pueda saber punto por punto cada detalle de la programación de los centros culturales municipales o de las actividades organizadas por el Ayuntamiento con motivo de algún evento o fiesta, a no ser que sea una persona obsesa del control y exija que por su mesa pase cada dosier antes de la contratación. En ese supuesto no le quedaría otra que renunciar a dormir para poder supervisarlo todo. Y aún así dudo que le diera tiempo.
Por eso, cuando uno ocupa el puesto de concejal debe rodearse de gente de confianza en la que poder delegar muchas de sus atribuciones con todas las garantías. No es cuestión de tomar posesión y convertirse en un títere, sino centrarse en las grandes cuestiones y que el personal a tu cargo ejecute el trabajo sucio siguiendo tus instrucciones; lógicamente se necesitan tantas personas como precise el área, autónomas, resolutivas y dotadas con la suficiente sensatez como para consultar los asuntos especialmente delicados antes de tomar algunas decisiones. De esta manera, si hay que organizar un programa de festejos para celebrar el Carnaval, puedes limitarte a marcar unas líneas de actuación -"chicos, busquemos algo colorido de fiesta y chirigota"- y que sean tus subalternos “sobradamente preparados” quienes se encarguen de diseñar un contenido ajustado al presupuesto, digno y coherente con el ámbito en que se va a enmarcar, elegido con criterio y siempre visualizado previamente. Es mejor renunciar a programar algo si no se sabe realmente de qué va.
Hoy en día casi todo está en internet, así que basta con googlear un nombre para tener referencias o hacer un barrido por Youtube para encontrar imágenes de cualquier cosa. No vale contratar de oídas, confiar en lo que te recomiende un amigo o leer por encima un catálogo en pdf y dar el visto bueno. ¿Y por qué? Primero, porque con el dinero público no se juega. No olvidemos que cuando el vecino asiste a un evento municipal desea comprobar que el dinero de sus impuestos se invierte con cabeza. Y segundo, porque te arriesgas a promocionar a alguien que o no tenga la mínima calidad que exige un espectáculo impulsado por un Ayuntamiento o que maneje un mensaje equívoco y te la meta doblada.
Si no sigues estas reglas de oro te arriesgas a equivocarte y organizar un pequeño caos que luego puede devenir en escándalo desproporcionado. Y cuando eso ocurre, yo no veo otra que soltar amarras.
Es lo único que pienso decir sobre la polémica de los titiriteros.
No hace falta más, lo has dicho todo y bien.
ResponderEliminar