Ayer vivimos la fantástica aventura de visitar el Parque Natural de las Hoces del Duratón en piragua. La experiencia es muy recomendable simplemente por el hecho de navegar por las tranquilas aguas de ese río y contemplar el fabuloso hábitat de la zona, formado principalmente por buitres y alimoches que planean en lo alto de los escarpados cañones, y carpas y truchas que ves emerger y saltar de vez en cuando de las profundas aguas sobre las que te deslizas. A pesar de gustarme la ciudad más que el campo, en sitios así me tengo que rendir a la evidencia: Es imposible competir con la naturaleza. Es decir, poder entrar en ese parque natural es ya en sí todo un privilegio, así que merece la pena arriesgarse a que alguna parte del plan no sea perfecta. Por si os sirve nuestra experiencia para mejorar la vuestra en caso de querer probar a repetirla, os cuento algunos detalles que podéis tener en cuenta.
El río Duratón es un afluente del Duero que, a su paso por la provincia de Segovia, entre Sepúlveda y Burgomillodo, ha excavado con sus aguas un imponente cañón donde reside una de las mayores colonias de buitres leonados de Europa. Al ser un parque natural está especialmente protegido, así que para poder navegar en piragua por ese tramo del río hay que hacerlo a través de alguna de las empresas que ofertan este servicio en la zona, es decir, no se puede hacer libre y alegremente. Las visitas incluyen un monitor o guía que te da las nociones básicas para manejar la piragua y que una vez en el agua, a lo largo del itinerario, te va indicando dónde mirar y te explica los detalles que te encuentras durante el recorrido, unas narraciones muy amenas -aunque nuestro guía estuviera mejor dotado de bíceps que del don de la oratoria- que sirven para hacer pequeños descansos -que agradecen los brazos- en los recodos del río donde hay sombra y te permiten aproximarte a la flora y la fauna del lugar, a la historia que encierra aquel paraje, con cuevas y monumentos de interés como la ermita de San Frutos o el Convento de la Hoz, y a las leyendas de la zona relativas a San Frutos, que lo mismo salvaba a una mujer de morir despeñada que abría con el bastón una cuchillada en la roca para proteger a los vecinos de los infieles.
Nosotros elegimos realizar la actividad con Naturaltur, una empresa con sede en el pueblo de Cantalejo. También gestiona un camping en la localidad donde a simple vista quizá falte un poco de actualización e inversión. Llevan operando desde los 80 y parece como si todo siguiera siendo de aquella década… Pero bueno… Escogimos esta empresa que es la primera que sale de manera espontánea (no pagada) cuando introduces en Google la búsqueda ‘Hoces del Duratón en piragua’. Pero no solo la elegimos por eso; en realidad llamamos a dos para informarnos y sus responsables fueron los primeros –y únicos- que nos respondieron. La otra empresa, radicada en Sebúlcor (Hoces del Duraton), no llegó a contestar. Se pueden encontrar otros negocios dedicados a esta y otras actividades de turismo de aventura en Fuenterrebollo (Bocanada) y en Carrascal del Río (Andatura). Seguro que encontráis alguna más en estos enclaves. Existe otra posibilidad que es simplemente navegar por el río en un tramo fuera del parque protegido, pero la cosa pierde su gracia, aunque la oferta sea más barata. De todos modos, por si os seduce la idea igualmente, en San Miguel de Bernuy hay varias empresas dedicadas a ello.
Centrándonos en la visita en piragua por el Parque, la espera se nos hizo un poco larga y es que, desde que nos citaron, tardamos en remar alrededor de hora y media. Puede que fuera un simple retraso puntual, pero lo que es impepinable es que hay que trasladarse hasta el punto próximo al río desde donde se inicia la visita, un lugar que se encuentra situado a una media hora de camino en coche a través de una gran explanada plagada de pinos resineros -fijaos en la pieza que tienen adosada al tronco para recoger su resina- recorriendo una pista forestal llena de piedrecitas por la que si no llevas un 4x4, vas pisando huevos. Luego pasa como otra media hora más mientras entregan el material (chaleco salvavidas, pala para remar y bote estanco para objetos personales), dan las indicaciones precisas para el manejo de la piragua a todos los miembros del grupo y desciendes hasta una pequeña playa por un eterno camino de arena –la subida a la vuelta se me hizo eterna, menos mal que llevaba la pala de remar para apoyarme-.
Una vez allí eché en falta que hubiera más personal de la empresa para, por ejemplo, colocar las piraguas de manera que los clientes no tuviéramos que cargar con ellas hasta la orilla y viceversa al regreso… Pagar 30 euros y que al final me tocara ayudar al monitor a portear la piragua hasta la zona de almacenaje, a estas alturas de mi vida… como que no. Lo único que impidió que me quejara es pensar que, al pedirme que le echara una mano, debió verme más joven y fuerte de lo que soy, y el ego se me vino arriba.
Íbamos en un grupo de unas diez piraguas dobles –también las hay individuales y triples-. La mayoría éramos familias con niños, que son los que tienen la culpa de que los mayores nos embarquemos en este tipo de aventuras. Aunque al principio teníamos nuestros reparos pensando que ir con otra gente nos iba a condicionar el ritmo y limitar un poco los movimientos, finalmente no hubo problema en ese aspecto.
Sobre la ropa más indicada para realizar esta actividad, es de sentido común que si vas a estar en un entorno acuático debes llevar un atuendo 'ad hoc'. En nuestro grupo iba gente con zapatillas de lona. Error. Digamos que no viene mal llevar calzado de agua o que se pueda mojar, un bañador y sobre él ropa cómoda que seque rápido. En el itinerario se hace una parada para tomar un tentempié, momento que algunos aprovechamos para bañarnos en el río. Otros prefirieron abstenerse, lo que no quiere decir que acabaran secos; en esta aventura es inevitable mojarse ligeramente cuando remas, que te salpiquen desde otras piraguas o simplemente que al bajar de la embarcación tengas que meter las piernas hasta la rodilla y luego al montar de nuevo caiga algo de agua en tu asiento. Conclusión: recuerda que te vas a mojar sí o sí.
En el bote estanco que te facilitan, y que llevas protegido en una parte de la embarcación, se puede guardar una pequeña mochila para llevar el móvil, la cámara, algo de comida y bebida (imprescindible), incluso una toalla que no viene mal para secarse un poco si finalmente te atreves a chapotear durante esa parada técnica, por sentirte un pez más dentro de aquel paraíso. Por cierto, la parada sirve también para hacer pis. Confieso que yo tengo cierta querencia a mear en el agua, pero si sois menos cerdos o no os queréis mojar, es posible adentrarse un poco en la vegetación que hay en las zonas de parada y ‘vaciar el depósito’ detrás de los matorrales. Estamos hablando de una excursión de más de tres horas, a la que hay que añadir una hora más de traslados y preparativos, así que las vejigas lanzarán un SOS.
Unos prismáticos también pueden ser de utilidad. Yo logré ver un montón de buitres posados en balcones de la pared no excesivamente altos -se identifican fácilmente por las manchas blancas de sus excrementos-, así que se apreciaban perfectamente. Pero en algunas zonas, por ejemplo, cerca de uno de los llamados ‘clubes de solteros’, donde se posan los buitres que no tienen pareja a otear en busca de su media naranja, había unas pinturas rupestres, según nos indicó el guía, pero yo no logré identificar los dibujos.
En la empresa que nos organizó la visita ofrecían la posibilidad de elegir entre la visita de mañana, a las 10:30, o de tarde, a las 16:30. Nosotros elegimos la de la mañana pensando que acabaríamos justo a la hora de comer y luego ya tendríamos toda la tarde para seguir haciendo turismo por la zona. Al final nos alargamos hasta las tres y media de la tarde. Como no habíamos contratado la comida en el camping que gestiona Naturaltur, fuimos directamente a Cantalejo en busca de un bar donde comer algo. No sé si se debió a que el pueblo estaba en fiestas o a que la hora ya era intempestiva, el caso es que en el primer lugar que entramos el Bar Lurois, directamente el camarero nos dijo que ya no les quedaba en la cocina ni para darle de comer a él, que tendría que conformarse con los restos de pinchos del mostrador. Esperaba al menos que nos ofreciera esos restos, pero debía tener mucha hambre el pobre. Una pena, porque veo en internet algunos comentarios que alaban sus huevos rotos y otras tapas y raciones, pero no puedo opinar más que sobre su poca hospitalidad…
Seguimos buscando el siguiente establecimiento por la calle Sepúlveda y entramos en el Bar Ormi, un pequeño local donde cuatro paisanos entonaban cante jondo animados por el alcohol. Mis hijos querían escapar de allí aterrorizados, pero una tortilla nos estaba llamando desde la barra, así que eran las cuatro de la tarde, las barrigas pedían comida y no íbamos a despreciarla, incluso amenizada musicalmente.
Quizá habría sido más acertado elegir el paseo de la tarde en vez del matinal, pero nunca lo sabremos. Quizá simplemente hubiéramos debido contratar la comida incluida en el pack de la visita y todo habría sido más cómodo, o directamente llevar unos bocadillos por lo que pudiera pasar. Estoy segura que lo que le sobran a Cantalejo son bares, pero las horas, las prisas y el desconocimiento nos llevaron a fracasar en este aspecto.
Naturaltur daba la opción de volver hasta el camping después de la visita para ducharte y cambiarte. Dadas las horas, nosotros preferimos cambiarnos en el coche allí mismo, en el pinar donde comenzaba oficialmente la aventura, y no perder más tiempo para poder llegar a comer a algún sitio, aunque ya habéis leído el poco éxito que tuvimos en el aspecto culinario. Os recomiendo que antes de contratar la aventura miréis y comparéis los precios y los servicios que os ofrecen. Todos incluyen guía y el mismo material. La mayoría son por el estilo. En nuestro caso nos costó 30 euros adultos y 18 los niños, pero puede oscilar dos o tres euros.
Milagrosamente, cuando escribo esto, puedo decir que no tengo agujetas en los brazos, como me pasó cuando hicimos el descenso del Sella en piragua. Y es que esto es un paseíto comparado con aquello; aquí las aguas son tranquilas, no hay rápidos que valgan y las únicas corrientes que puedes llegar a notar tienen que ver más con el viento. Como dato relevante, en este paseo ninguna piragua volcó. Algo que sí vivimos –con gran emoción- en Asturias.
Otra recomendación: Antes o después de navegar el río, hay que admirar las Hoces desde el imponente balcón que hay arriba y que ocupa la Ermita de San Frutos, el patrón de Segovia. Está a pocos kilómetros de Cantalejo, en dirección a Sepúlveda. Hay un desvío en Villaseca, por el Camino de San Frutos, otra pista forestal que podemos tomar con el coche hasta llegar a un aparcamiento. De ahí a la ermita hay un paseo de unos quince minutos. De camino se pasa un pequeño desvío a un mirador con unas estupendas vistas de todo el parque.
Algunos últimos consejos. No olvidéis protección solar y gorra. Procurad no gritar -si veis algo que os fascine decir ‘¡Oooohhh!’ bien bajito- y no arrojéis desperdicios. Preguntad mucho al guía, que para eso está, no solo para demostraros lo rápido que avanza él remando y lo lentos que vais vosotros. Y por supuesto, os recomiendo sacar muchas fotos para subirlas a las redes sociales y que todos os envidien, pero… ¡cuidado! Que no termine la cámara o el móvil en el fondo del Duratón.
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