Escribo esto mientras espero el momento de la primera votación en la sesión de investidura como presidente de Mariano Rajoy. Como podréis suponer, no es que tenga ganas de emociones fuertes, porque el resultado es más que previsible. Antes de los discursos algo se barruntaba, pero a lo largo de las réplicas y contrarréplicas el NO ha quedado meridiano. El candidato popular no va a conseguir más apoyos que aquellos con los que ya contaba antes de llegar a la Carrera de San Jerónimo. La sombra de unas terceras elecciones se cierne sobre nosotros, y lo peor es que cumpliendo los plazos, si en los próximos dos meses nadie logra investirse presidente, la nueva cita electoral sería el 25 de diciembre. Con eso están jugando unos y otros, con echarse en cara el día de Navidad. Y parecen no darse cuenta de que ese escenario es imposible, por varias razones:
-Los centros comerciales que abren todos los días del año, incluso domingos y fiestas de guardar, solo cierran cuatro días señalados: el 1 de mayo (día del trabajo), el 25 de diciembre (Navidad), y el 1 (Año Nuevo) y el 6 de enero (día de Reyes). Esos días no intentéis buscar un Carrefour, Corte Inglés o Primark abierto. Así que abrir colegios electorales va contra natura.
-Sólo hay tres días en los que oficialmente no se editan periódicos: el Sábado Santo (Semana Santa), el 25 de Diciembre (Navidad) y el 1 de Enero (Año Nuevo). Las tradiciones son las tradiciones.
-En los servicios básicos, hospitales, cuerpos de seguridad, emisoras de radio, por ejemplo, se trabaja bajo mínimos y hay puñaladas por librarse de hacer guardia en días como el 25, y eso que por norma hay gratificación extra.
-El 25 de diciembre es obligado pasar el trámite de comer con suegros y/o cuñados –eso si has sobrevivido a la cena de la víspera-, algo a lo que deberían renunciar quienes fueran tocados con la barita mágica del sorteo para formar mesas electorales, alrededor de medio millón de personas, entre titulares y suplentes. Siempre hay gente que odia la Navidad y las comidas familiares, sería cosa de buscar voluntarios en ese sector de la población.
-Hablando de estas fechas, no sé si Correos estaría preparado para recibir la avalancha de peticiones de voto por correo de los ciudadanos que no estarán el 25 en el lugar donde están empadronados porque tienen la mala costumbre de volver a casa por Navidad, como el turrón.
-No hay más que ver el buen color de los parlamentarios para saber que todos o la mayoría han disfrutado de algún día de playa, a pesar de haber empezado a trabajar hace nada y no haber conseguido aún su primer objetivo laboral. ¿Quién se va a creer que se arriesgarán a tener que prescindir de sus vacaciones navideñas?
En resumen, vale que nos estén tomando el pelo mientras cada uno libra su propia batalla y pelea por salvar su propio culo, pero no imaginan la factura que les va a pasar a todos los partidos -de la vieja y la nueva política-, si insisten en mantener su cerrazón y nos conducen irremisiblemente al 25 de diciembre. Me extraña que haya tanta resignación general y que solo haya surgido algún movimiento objetor totalmente anecdótico.
Por todo esto, porque lo saben bien, porque ellos mismos son conscientes de que es imposible votar en Navidad, me atrevo a aventurar que habrá gobierno antes de que se acabe el plazo de dos meses que marca la Constitución. A lo que no me arriesgo es a vaticinar de qué color será. Tantos meses de espera me están haciendo daltónica.
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