O estoy oxidada o me he quedado 'en órsay', que diría un antiguo. En estos años separada de la primera línea del periodismo -por darle un poco de empaque a mi discreto papel de ‘chica para todo’ en emisoras de radio- me he debido perder el momento en que los manuales de estilo de los medios incorporaban a los asuntos de interés nuevos enfoques y argumentos que poco tienen que ver con el concepto de noticia que yo estudié en la Universidad, allá por el Pleistoceno.
Leo en la cuenta de La Sexta Noticias en Twitter: ‘Un hombre muere mientras dormía después de discutir con su mujer y marcharse al sofá’. Tardo unos minutos en entender por qué la cadena ha convertido en noticia algo así. Imaginaos la cantidad de gente que muere a diario de manera natural, porque le llega su hora, dejando asuntos pendientes, sin haberse despedido de sus seres queridos o saldado cuentas con sus enemigos, así, simplemente porque sí. Si los medios informaran de cada uno de estos fallecimientos no quedaría tiempo para reality shows ni concursos ni cine de sobremesa; la programación se limitaría a relatar uno por uno cada uno de los óbitos y sus circunstancias, sin diferenciar anónimos de célebres, ni distinguir entre muertes violentas y naturales.
Horas antes asistía perpleja a la elevación a noticia del vídeo de un hombre y una mujer que salían del baño de un avión, discretamente ella primero y él unos segundos más tarde con cara de haberlo pasado muy bien. La grabación la había realizado con su móvil un pasajero que, evidentemente, no estaba en las nubes y la subió a sus redes sociales, con efectos y todo, para deleite de sus seguidores. La propia aerolínea, Virgin, compartió el vídeo en su página de Facebook y añadió la frase jocosa: “Estamos bastante seguros de que ese es nuestro avión! La iluminación del ambiente ciertamente pone una sonrisa en sus caras #smilehighclub”. A continuación numerosos medios de comunicación digitales colgaron en sus webs el vídeo por si quedaba algún internauta por ponerle cara a la pareja que, supuestamente y por otra parte, habían hecho realidad una de las fantasías sexuales secretas de buena parte de la población, que no es otra que montárselo a 30.000 pies de altura.
Sin entrar en debates sobre el puro que se les podría meter al ‘intrépido reportero’, a la propia compañía que le rió las gracias y a los medios que compartieron el episodio y se lucraron publicitariamente con él, todos exhibiendo perfectamente y sin ningún reparo a los protagonistas, me pregunto dónde está el interés periodístico de este calentón de altura. Si me apuráis, más bien la relevancia del asunto comenzaría si los anónimos protagonistas se decidieran a denunciar y el caso pudiera sentar algún precedente para frenar esta locura de saltarnos a la torera el derecho al honor y la imagen cuando se trata de ese mundo virtual y paralelo que se llama internet. Incluidos los propios medios que, supongo, se arriesgan a tales prácticas sabiendo que pocos de los anónimos damnificados pleitean y si lo hicieran siempre sería mayor el beneficio económico de publicar esos contenidos que la hipotética multa que podría imponerles un juez.
Entiendo que los medios de comunicación no pueden obviar el imparable crecimiento del uso de las redes sociales y la proliferación de usuarios con alma de paparazzi y ansia de likes, y que sería de estúpidos no explotar también para beneficio propio el material que triunfa en esos foros. Pero creo en esa enloquecida fiebre por captar seguidores no deberían olvidar algunas reglas básicas y primordiales del periodismo. A pesar de la crisis y reconversión del sector, no todo vale.
Para terminar y argumentar aún más gráficamente cómo se convierten en noticia absolutas gilipolleces surgidas de las redes sociales y a las que regalamos un valioso tiempo informativo, aquí tenéis los últimos casos que han merecido el interés de los medios considerados serios. Comienzo por las de índole sexual que suelen aflorar especialmente en esta época de calores:
-Se va de vacaciones y deja a su Pesesín al cuidado de los vecinos con una nota anónima en el portal
¡Mira! A esta última por lo menos se le puede encontrar algo de moraleja.
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