Hay varias cadenas de gimnasios que son de uso exclusivo para mujeres. Nunca he estado en uno de ellos. De hecho no soy usuaria de gimnasio. Pero por lo que dicen sus clientas, resultan ideales para hacer ejercicio sin sentirte observada ni desnudada por el género masculino. Desengañémonos: es mucho más fácil hacer las sentadillas sin el peso extra de las miradas ajenas al final de tu espalda. Es así de triste. Hay hombres que mientras musculan, analizan culos. Lo mismo que hay mujeres que pierden la cuenta de las series que llevan por no quitarle ojo a los bíceps sudorosos de ellos. Y hay personas que prefieren no caer en esas distracciones mientras se ponen en forma. Bien por ellas. Nadie ha considerado discriminatoria ni ilegal la existencia de estos negocios privados que funcionan con total normalidad porque, entre otras cosas, tienen su público.
Luego está la educación diferenciada, que practican algunos colegios privados convencidos de que separar a niños de niñas para enseñarles es mucho más efectivo, logra mejores resultados y evita que los alumnos se descentren y pierdan el foco de lo que es realmente importante. En particular se argumenta que las chicas rinden más en asignaturas tradicionalmente masculinas, como las científico-técnicas, cuando están solas, sin chicos que las intimiden. Este estilo formativo no es ilegal, todo lo contrario, se sustenta en la libertad de enseñanza y en el derecho de los padres a elegir el proyecto educativo para sus hijos. Y sigue funcionando porque realmente hay gente que apuesta por esa clase de enseñanza y con su dinero puede hacer lo que le plazca.
Yo particularmente prefiero vivir en el mundo real y huir del artificio. Si la sociedad está formada por hombres y mujeres, lo suyo es no refugiarse en burbujas o universos paralelos, sino convivir todos juntos en cualquier situación. Pero entiendo perfectamente que las mujeres busquen espacios libres de machos y quieran desarrollar actividades solo para ellas, sobre todo cuando se trata de cotos privados tradicionalmente reservados para hombres y en los que difícilmente tenemos nosotras acceso u oportunidad para destacar.
Ese era el sentido del Gaming Ladies, un encuentro de chicas gamers, expertas jugadoras de videojuegos, que iba a celebrarse el 27 de julio en Barcelona para visibilizarlas dentro del sector, dado que cuando asisten a este tipo de encuentros mixtos siempre quedan eclipsadas por sus colegas hombres, así que creando este 'espacio seguro' conseguían hacerse oír y reivindicar su presencia en este campo. Pero la aventura se ha suspendido porque el patrocinador, King, el gigante de la industria, creador de juegos para redes sociales y móviles como Candy Crush, ha recibido presiones. ¿De quién? Pues de los hombres que no están dispuestos a que se hable de videojuegos sin que estén ellos, los amos del calabozo, los reyes del mambo. ‘Qué desfachatez. Cómo osa esta pandilla de tías reunirse para hablar de videojuegos sin contar con nosotros’, debieron pensar. Y empezaron a calentar las redes, insultar, chantajear y practicar ese bonito deporte llamado demagogia. ForoCoches echaba humo. ‘No quieren igualdad. Pues ahí tenemos que estar nosotros’, llegaron a decir algunos. Si evitas caer en la tentación de confundir un puñado de internautas cafres con la opinión pública, esto no dejaría de ser puramente anecdótico.
Lo ocurrido en Argentina tiene aún más delito. Un partido regional ha presentado una lista electoral 100% femenina para concurrir a las elecciones legislativas de octubre en aquel país. Pero un juez ha rechazado esta ‘anomalía’ en el paisaje político por considerar que la lista es discriminatoria y ha exigido que haya al menos un 30% de hombres en la candidatura, un cupo similar al que se obliga en el caso de la presencia femenina. Lo que no ha debido valorar el magistrado es que los cupos nacen para ayudar al equilibrio e impulsar al colectivo desfavorecido, que históricamente no ha sido –que yo sepa- el hombre. Las responsables de la formación política femenina no tiran la toalla y andan buscando apoyos virtuales a través del movimiento #Dejenllegaralasmujeres
Resumiendo: los hombres llevan toda la vida acaparando y monopolizando las áreas de poder, cediéndonos sus migajas, decidiendo cuándo, cuánto y cómo nos permiten participar. Pero, de repente un día, cuando sospechan que podemos empezar a actuar prescindiendo de ellos, se plantean si no supondremos una amenaza y les haremos perder sus privilegios. Y es entonces cuando se revuelven y sacan las uñas poniéndose en evidencia. Lo peor de esta historia es que consigan su propósito y nos hagan renunciar.
Tendrían que salir muchos partidos exclusivamente formados por mujeres para siquiera igualar el número de políticos hombres que han formado y forman parte de las instituciones en todo el mundo durante siglos. Y habría que organizar muchos encuentros solo de chicas para que se colara al menos una voz femenina entre las millones de voces autorizadas masculinas que acaparan tantas áreas de actividad a lo largo y ancho del planeta.
Nos llevan siglos de ventaja, pero paciencia. Esto no ha hecho más que empezar. Sigamos haciendo méritos.
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