Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

jueves, 29 de marzo de 2018

Más pasión que devoción


Un grupo de nazarenos se fuma un cigarro mientras descansa de la primera parte de la procesión. Alguno de ellos hace un comentario gracioso. Todos ríen. Uno escupe un ‘Me cago en Dios’ sin venir a cuento. Acto seguido tira la colilla al suelo, la apaga con la puntera de su zapatilla y se dispone a cargar de nuevo la imagen del Cristo junto con sus compañeros. En cierto momento del recorrido, cuando mecen el paso al ritmo de la marcha que toca la banda de música, imagino que se le escapa una lágrima. Puede que sea por el dolor de las andas clavadas en su hombro. Puede que sea la falta de sueño o el cuerpo resacoso que le va pidiendo ya una caña. O puede simplemente que le embargue la emoción del momento. Da igual, porque nadie lo ve. Lleva oculto el rostro debajo de su capirote de penitente. Ni él ni ninguno de los nazarenos que cargan esa imagen pisan una iglesia durante el resto del año; la última vez que fueron a misa debió ser el día de su primera comunión. Pero la Semana Santa es sagrada. Que nadie les quite su paso del Cristo. Por él MA-TAN. A duras penas recuerdan cómo se rezaba el Padre Nuestro, el antiguo, claro, porque el nuevo ni les suena. Pero son capaces de entonar con gran devoción la letra completa de la versión de ese gran hit que es el ‘Novio de la muerte’ y que siempre interpreta la banda en los grandes momentos del desfile.



Hablo de mi pueblo, que es lo que conozco. Pero seguro que esta escena costumbrista vale para cualquier otro lugar en el que se vive intensamente la Semana Santa. En cada casa hay como mínimo una túnica de cofrade y una mantilla con su correspondiente peineta. En esta época se procesiona sí o sí; puedes participar en el desfile, acompañarlo por todo su itinerario o verlo en distintos puntos del recorrido buscando atajos. Lo suyo también es visitar iglesias y conventos en los que solo entras un día al año. Resulta obligado hacer fotos. Las mismas fotos de siempre y desde los mismos puntos. De manera que, pasado el tiempo, cuando revisas tu archivo ya no sabes cuándo fueron tomadas.

No digo que no haya gente profundamente católica que la viva desde la fe con todo el sentimiento, pero la Semana Santa trasciende la simple celebración religiosa y para otras muchas personas es más que eso. Es una arraigada tradición cultural. Una ocasión para despertar el sentido de pertenencia a algo más grande: su pueblo, su cofradía, su grupo de cargadores. Es una fiesta popular. Un reclamo turístico. Una excusa para encontrarte con amigos. Una oportunidad para comer torrijas y huevos de pascua. Así que al final, el verdadero milagro es que durante una semana convivan en armonía lo religioso y lo pagano, que compartan escenario de manera natural el creyente y el ateo.

El problema es cuando en medio de este batiburrillo una situación confusa disparan la polémica. Me refiero, por ejemplo, a esa orden de la ministra Mª Dolores de Cospedal por la que la bandera española ondeará a media asta en el Ministerio de Defensa y los cuarteles militares desde este Jueves Santo para recordar la muerte de Jesucristo. El Defensor del Pueblo ha alertado sobre su dudosa conveniencia por eso de que estamos en un estado aconfesional, pero la ministra ha defendido que forma parte de nuestra cultura. Convendría saber dónde colocar la línea de hasta dónde puede y debe participar el Estado en determinadas manifestaciones populares. La misma ministra asistía hoy en Málaga, junto con algunos otros miembros del Gobierno aficionados a hacer penitencia en los ritos semanasanteros, a uno de los actos procesionales que levanta más pasiones en este país y que tiene como protagonistas a los legionarios. Es lógico que algunos no entiendan que representantes del ejército de un estado aconfesional participen tan activamente -hasta el punto de convertirse en el auténtico reclamo- en un acto religioso, aunque sea de la confesión mayoritaria. Veo también que varios guardias civiles con su tricornio brillante acompañan la imagen de Jesús el Pobre en procesión por las calles de Madrid. Eso me recuerda que en mi pueblo agentes de policía vestidos de gala flanquean la imagen del Cristo yacente cuando desfila la noche del Viernes Santo. Y así vienen haciéndolo desde que tengo memoria, independientemente del color de los alcaldes de cada momento.

Tan poco apropiada se me antoja una bandera a media asta en las dependencias de Defensa recordando la pasión y muerte de Cristo como la presencia de miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado en los desfiles procesionales. Aunque seguro que todo esto se la trae al pairo a los que a estas horas disfrutan de la Semana Santa en cualquier rincón del país. Están a otra cosa.


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