Ni Green
Book, ni Roma, ni Bohemian Rapsody, ni Lady Gaga. La noticia de esta
última edición de los Oscar es que ha sido premiado un corto documental
titulado Period. End
of Sentence, en nuestro país renombrado como Una revolución en
toda regla. Aborda el tabú de la menstruación, un
problema dramáticamente amplificado en un país como la India, donde las mujeres
son impuras una vez al mes sin saber por qué. Tener la regla implica dejar de
poder hacer cosas básicas y a la vergüenza de “estar con esos días” se suma la
falta de acceso a productos de higiene femenina, como compresas, tampones o
copa menstrual, que te ayuden a sobrellevar medianamente tu situación. Hacer un
corto sobre cómo un grupo de mujeres consigue salvar este pequeño
“inconveniente” aprendiendo a fabricar sus propias compresas, y de paso salir
de la pobreza, significa dar luz a esta realidad. Y que la Academia de Hollywood
lo premie con un Oscar es el altavoz que necesitaba para denunciar una situación que
en el siglo XXI sigue condenando a la desigualdad a la mitad de la población.
Se
hacen películas y documentales para denunciar el racismo, la homofobia, la
pobreza, el machismo, la desigualdad, el maltrato, el narcotráfico, la
discriminación, la delincuencia… pero es la primera vez que se presenta un
argumento tan poco fotogénico: la regla. En pocas películas aparece una
protagonista con el periodo. No, las heroínas no menstruan. Imagina a la mujer
policía deteniendo una persecución para cambiarse de tampón. Tampoco suele
haber escenas con las protagonistas dobladas por el dolor de ovarios. Como
mucho, se incluyen en el guión comentarios irónicos que asocian el mal carácter
de las féminas a su ciclo menstrual. Eso es lo único que el cine sí reproduce de
la vida real.
Si
no lo vemos en el cine, si no lo normalizamos como algo natural, seguiremos
manteniéndolo como un tabú y viéndolo como algo asqueroso que le pasa cada mes
a la mujer. Por eso aún en la vida real la jóvenes siguen sacando de manera
disimulada del bolsillo un tampón cuando tienen que ir al baño a cambiarse. Y
para no ser objeto de pitorreo, se cubren el culo cuando se les desborda tanto
el flujo que manchan su pantalón. Y cuando a una chica se le cae de la mochila
una compresa en su bolsita y un compañero de clase se la encuentra en el suelo,
la mira espantado y le da patadas como si fuera un elemento radiactivo.
Después
de que la joven realizadora Rayka Zehtabchi recibiera su Oscar al mejor
cortometraje documental, la noticia en Twitter encontraba numerosas reacciones
positivas, celebración general y aplausos. Pero entre la algarabía, también se
colaban comentarios como estos:
“Eso
solo confirma la tendencia de alabar todo lo que se considera políticamente
correcto”
“Estos
progres haciendo películas co..ju..das”.
“Son
películas para satisfacer a las feminazis y sus pensamientos retrógrados”.
“Desde
luego....la locura se instala...donde estuvo Cary Grant o Bette Davis”.
“Para
cuándo un corto sobre dolor de huevos...?”.
“No
puedo creer que una película que hable de la menstruación gane un Oscar”.
Ya sé que son una minoría, pero sus comentarios me llevan a pensar que quizá convendría seguir haciendo películas sobre
la regla para que dejen de ser una excepción.
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