Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

lunes, 14 de enero de 2019

En defensa del pobre e incomprendido Yann Moix

Estábamos cenando mientras trataba de ver en Telemadrid la primera entrevista que concedían a una televisión los candidatos del PP al Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid. Entre los entrevistadores estaba la periodista María Rey, una veterana que ha dedicado casi toda su carrera a la cobertura de la información parlamentaria.

-¿Esta es María Rey? –preguntó mi contrario-. Madre mía, cómo se estropean los cuerpos -sentenció.

Naturalmente salté como un resorte. Le llamé la atención. Le hice ver que ese comentario le había quedado un poco machirulo y que seguro que no lo utilizaría con un hombre, cosa que él negó. Lo cierto es que del aspecto físico de los otros dos periodistas hombres no tuvo nada que opinar. Aunque no hubiera intencionalidad, sus palabras me chirriaron. Sobre todo porque no entró a valorar si la intervención de esa mujer estaba siendo o no acertada durante la entrevista, sino que se quedó en la cáscara. Una periodista que en su juventud le había atraído, ahora le parecía que estaba envejecida y, por tanto, menos atractiva. Y, lo reconozco, me molestó porque esas palabras que pronunció me tocaron la fibra sensible en lo personal. María Rey debe tener un poco más de mi edad y a mí también se me nota el implacable paso del tiempo.  

Entendí entonces al polémico Yann Moix. Y con él, de rebote, a mi contrario. Hace unos pocos días este escritor francés de 50 años confesó en una entrevista en Marie Claire que era incapaz de amar a una mujer de su edad. Para él eran invisibles porque las consideraba viejas. Por supuesto se le tiraron encima todas las féminas de 50 y más. Lo más suave que le dijeron es que era un imbécil. Y analizándolo en frío he llegado a la conclusión de que han sido injustas con él. El único pecado que ha cometido monsieur Moix es el de ser sincero. Ha confesado en voz alta lo que piensa y, como él, piensan la mayoría de hombres y mujeres del planeta. Donde esté un cuerpo joven que se quiten las carnes flácidas, la piel descolgada, las arrugas y demás quebrantos de la edad. Estoy convencida, mujeres heterosexuales que estáis ahora mismo leyendo, de que entre un bombón de 30 y Yann Moix, un cincuentón más bien feúcho y algo repulsivo, todo sea dicho,  seguro que no dudabais. Yo, desde luego, no lo haría. Donde patina el pobre Yann es en lo de enamorarse. Eso resulta más peliagudo. Desgraciadamente el corazón va por libre y uno no puede elegir de quién se cuelga.


Así que, mujeres de 50, desengañaos, asumidlo, afrontadlo. Somos sentimentalmente invisibles para los hombres heterosexuales. Ya no protagonizamos los sueños eróticos de nadie. Hemos dejado de ser ese oscuro objeto del deseo. Nadie suspira por nuestros huesitos. Lo que me fastidia es que esta obsolescencia programada no les afecte a ellos cuando rebasan la barrera de los 50. Los tíos siguen siendo perfectamente visibles, incluso para nosotras mismas. Maduritos interesantes, se denominan. Obsérvese la crueldad del equivalente femenino: cincuentonas menopáusicas.

Como no quiero que acabéis de leer este post con mal sabor de boca, os invito a que le busquéis el lado positivo a este asunto, que lo tiene. Por ejemplo, dejar de ser un reclamo sexual nos quita un peso de encima. Además, es un alivio rebelarse contra la dictadura que, desde que nacemos, nos obliga a estar siempre estupendas. Aunque la principal ventaja de esta invisibilidad sobrevenida por la edad es que cuando alguien se nos acerque, nos elogie o quiera compartir su tiempo (o algo más) con nosotras, no habrá duda de que lo hará –por fin- por lo que somos, es decir, por el atractivo de vuestras neuronas. No por una cara bonita, unas tetas bien puestas o un culo prieto. Al final, amigos míos, el tiempo todo lo cura.

domingo, 23 de diciembre de 2018

En defensa de los medios públicos

Desde el mes de agosto he estado trabajando en Onda Madrid, la radio pública de la Comunidad de Madrid. La hermana pequeña de Telemadrid, para entendernos. Ya había tenido ocasión de conocer laboralmente esta emisora hace una década gracias al difunto Manuel Marlasca, pero entonces no me dio tiempo a asentarme demasiado porque me surgió otra oportunidad profesional más ‘cómoda’ y mis circunstancias personales me forzaron a cambiar de aires. Años después, cosas de la vida, cuando más necesitaba volver a divertirme con este oficio, surgió como por arte de magia este contrato temporal que ahora vence. Han sido 20 semanas fabulosas. Perdí el temor a estar oxidada a los diez minutos de sentarme en la redacción. Me he puesto al día. He aprendido. He vuelto a formar parte de un equipo, el de Colmenarejo. He vivido un comienzo de temporada radiofónica. He disfrutado. Definitivamente me he terminado de convencer de que esto es lo mío, esto es lo que me hace feliz. Y no puedo más que agradecer su cariño, respeto y ayuda a toda la gente con la que he coincidido.


No es la Ser, ni la Cope, ni Onda Cero, ni siquiera RNE, pero tiene profesionales que podrían desenvolverse perfectamente en cualquiera de estas emisoras y que realizan un trabajo tan digno como el de sus colegas de las grandes cadenas. Están más que a la altura, incluso algunos brillan el doble. Con menos dan mucho y merecerían apuntarse más oyentes de los que les da el maldito EGM.

Los medios públicos siempre están en el punto de mira. Sus mayores detractores cuestionan su independencia y los acusan de ser elementos al servicio del poder, armas propagandísticas totalmente prescindibles. De vez en cuando, de manera cíclica, vuelve el debate al respecto. La última ha sido hace bien poco, a raíz de las elecciones autonómicas en Andalucía, cuando el partido revelación, Vox, llevaba en su programa de gobierno como una de sus grandes propuestas, por encima de eliminar el paro, cerrar Canal Sur.

Los medios públicos son un derecho. Los ciudadanos merecen ser y estar informados. Y sí, ya sé que existe una amplia oferta de medios privados que realizan esa labor. Pero por su misma esencia, la de ser negocios empresariales, buscan su propio beneficio, responden a sus propios intereses, toman decisiones siguiendo criterios de audiencia y mantienen una linea editorial marcada por quien los explota, que para algo invierte sus cuartos. Onda Madrid es una radio cercana que cubre ámbitos de los que no se ocupan las grandes y ofrece un servicio local muy concreto que, de no existir, probablemente nadie daría.

Os aseguro que, cinco años después del traumático ERE, la nueva Telemadrid y Onda Madrid, digan lo que digan y le pese a quien el pese, son en este momento medios abiertos y plurales, comprometidos  con el servicio público, con la información, que no siguen consignas ni son altavoz de ningún partido. Los financiamos entre todos los ciudadanos que pagamos nuestros impuestos en la región y por eso mismo tienen claro para quién trabajan, quiénes son sus dueños: los madrileños. Son los únicos a quienes tienen que rendir cuentas. Y no lo digo porque haya formado parte de este equipo y lo sienta como mi familia. Ni por padecer un acusado síndrome de Estocolmo. Ni por hacerles la pelota para que cuenten conmigo en futuras ocasiones. Que conste que estaría encantada.

lunes, 10 de diciembre de 2018

La inteligencia artificial tiene voz de mujer

Mis amigos Natalia y Raúl cuentan con un nuevo miembro en la familia. Se llama Amazon Echo Dot, aunque todos en casa le llaman Alexa. Seguro que se convertirá en el regalo de moda en todos los hogares estas navidades. Se trata de un asistente virtual desarrollado por Amazon en forma de altavoz inteligente que atiende las necesidades de sus dueños. Bueno, no todas... Por ejemplo, cuando quieren despertarse a las siete de la mañana con música de Queen para ir a trabajar de buen rollo, se lo dicen a Alexa y ella, muy disciplinada, busca en internet los grandes éxitos de la banda de Mercury, valora cuál es el más apropiado para levantarte de la cama de un salto y a la hora acordada le da al play para que suene el temazo. Ellos han conectado Alexa a su equipo de alta fidelidad, así que la música suena por los altavoces como si estuvieran en primera fila del concierto Live Aid. De vez en cuando también le preguntan por el tiempo, para saber a qué atenerse cuando salen de casa, o sobre cualquier duda que les surja. Basta con llamarla por su nombre y preguntarle: “Alexa, ¿cómo se hace un buen gin-tonic?”, “Alexa, ¿qué día es el cumpleaños de mi suegra?”, incluso “Alexa, ¿cuándo es el partido del Real Madrid?” (sí, ellos tienen ese defecto).


Alexa es capaz de manejar cualquier dispositivo doméstico con wifi, lo que quiere decir que podría encender y apagar las luces, la televisión, la calefacción, la lavadora o el robot aspirador con solo pedírselo. De esta manera su dueño no tiene que tomarse la molestia de acercarse a ningún interruptor y presionarlo con el índice, que es algo enormemente agotador, como todos sabéis... Con desearlo y verbalizar ese deseo es suficiente.  Es una lástima que de momento con la plancha haya que seguir empleando el método tradicional, lo mismo que para tender la ropa o vaciar el lavavajillas…

Pero no me quiero dispersar, voy a ir ya al motivo de este post, sugerido por Natalia, la dueña de Alexa, tras reparar ambas en un detalle curioso. Alexa tiene nombre y voz de mujer, no hay opción de que sea hombre. Pasa lo mismo con Siri, el asistente inteligente de Apple, y con cualquiera de los mayordomos virtuales para Android. También con los navegadores de muchos coches. Todos mujeres. He leído que puede que Facebook venga a acabar con esa tendencia. Habrá que verlo.

En cualquier caso, no solo dispositivos móviles o altavoces inteligentes suenan a mujer. Brujuleando por la red de repente reparas en que algunas grandes compañías también recurren a una figura femenina para guiar a sus visitantes por su web corporativa. Por ejemplo, Renfe tiene a Irene, Correos a Sara y Movistar a Aura. Parece que incluso Ikea tuvo a Anna pero ha desaparecido de su portal; imagino que la jubiló cuando las preguntas de los usuarios tocapelotas traspasaron la línea de lo políticamente correcto para los suecos.







Tratando de documentarme para este post me he dado cuenta de que no hemos descubierto nada nuevo. Alguien antes que nosotras ya había reparado en este detalle. Así que no somos las primeras en darnos cuenta de que la inteligencia artificial tiene voz de mujer… Que dicho así suena a gloria. Como si los departamentos de invención y programación de artilugios y gadgets estuvieran liderados finalmente por brillantes cerebros femeninos. Pero no. Todavía nos falta un poco. De momento solo copamos los puestos en el área de asistencia virtual. Aquí sí que no hay que reivindicar nada; es el único lugar donde la mujer tiene el empleo asegurado. Eso sí, una mujer irreal, de mentira, imaginaria, robótica, sin iniciativa, diseñada para interpretar un guión, capaz de contestar el mismo puñado de preguntas comunes y corrientes, simples FAQ’s, siempre con una sonrisa.

En conclusión, creo que a los hombres les produce placer dar órdenes a mujeres, así que no podemos esperar nada distinto de estos productos o servicios que están hechos por hombres y pensados para conquistar particulamente a un público masculino. Quizá soy demasiado rebuscada y simplemente se deba a que el timbre de voz femenino es más agradable para interactuar. O a que, por lo general, cuando un hombre da indicaciones, parece que en realidad lo que da son órdenes, mientras que una mujer intimida menos. Yo qué se… Le preguntaré a Alexa.

domingo, 2 de diciembre de 2018

La fecundidad es cosa de dos

El Instituto Nacional de Estadística (INE) ha publicado un avance de la Encuesta de Fecundidad 2018, que aporta datos muy interesantes. No es que nos descubran nada nuevo, pero permiten constatar una cruda realidad. Resumiendo las conclusiones, viene a decir que las mujeres españolas querrían tener más hijos de los que tienen, pero se echan atrás cuando analizan las dificultades que existen para conciliar y lo cara que sale una criatura. Es triste leer que más de la mitad de españolas entre los 45 y los 49 años, cuando llegan al final de su edad fértil sin haber experimentado la maternidad, confiesan que habrían querido tener hijos. Pero lo fueron posponiendo. Nunca era un buen momento. Si todas nos paráramos a esperar que llegara el momento adecuado, la especie se extinguiría.

Esta encuesta, la primera después de casi 20 años, cuenta por fin con un apartado dedicado a los hombres. Algo inédito hasta ahora. ¡Qué detalle! Aunque la muestra de varones encuestados sea sensiblemente inferior que la de mujeres, todo sea dicho. No voy a entrar a analizar al detalle el tipo de preguntas impertinentes que plantea la encuesta, un asunto que ya en su día denunciaron algunos medios. Voy solo a destacar algo que me ha resultado curioso sobre la difusión que se la ha dado al avance de resultados de este estudio que conoceremos al completo en 2019.

A pesar de que el proyecto técnico de la encuesta interroga sobre temas cruciales indistintamente tanto a hombre como mujeres, los resultados que se han distribuido desde el INE y que recogen los medios de comunicación, en lo relativo a los hombres solo abundan en la fecundidad deseada. Es decir, los datos de investigación que se comparten sobre los ellos dan a entender que solo importa conocer si desean o no tener hijos y, en caso afirmativo, cuál sería su número ideal. En cambio ellos no aparecen en los gráficos sobre los motivos que les llevan a no ser padres o a limitar el número de mocosos que aspiran a criar. Ni siquiera aparecen en el epígrafe sobre los incentivos o ayudas que les animarían a ser papás.

Cualquiera diría que solo es responsabilidad de la mujer traer niños al mundo. Naturalmente que la que va sufriendo los efectos físicos del embarazo, el parto y el posparto es ella, pero el bebé es cosa de dos y una vez en este mundo debería cambiarle la vida a ambos progenitores, al padre y a la madre, si es que hablamos de una clásica pareja heterosexual. Pero leyendo las conclusiones de esta investigación en la mayor parte de los medios, parece como si las únicas preocupadas por la conciliación, por cómo les va a afectar la maternidad y por su puesto de trabajo somos nosotras… Y lo triste es que es así. El hombre, cuando piensa en ser padre, no valora cómo va a influir este hecho en su carrera profesional. En definitiva: No ha nacido el hombre que decida no procrear por miedo a perder un ascenso. Y en eso también sois muy afortunados.