Una persona con miedo a volar está sentada delante de un ordenador. En tres días no le va a quedar más remedio que subir a un avión. Intuyo que lleva tiempo sufriendo con solo imaginarse embarcando. Se ha sobreabastecido de ansiolíticos confiando ciegamente en que la química pueda rebajar su nivel de ansiedad. Miro por encima de su hombro y esto es lo que me encuentro en la pantalla.
¿Qué es lo que lleva a alguien con una fobia como esta a torturarse así? Antes de calificar a nadie de masoquista busco explicaciones científicas al trastorno y leo que una de las maneras de superar el miedo es afrontarlo, someterse al foco de los temores de manera gradual hasta que deje de ocasionar esa tortura.
No digo que no sea la opción más acertada, aunque yo prefiero la estrategia de no pensar en el tema que me agobia hasta que no me queda más remedio porque lo tengo encima. La última vez que tomé un avión aún era joven y valiente, pero recuerdo que me sentía tranquila y, salvo las lógicas mariposas en el estómago al despegar, disfrutaba la experiencia, una vez que me encomendaba al cielo y al piloto.
El que sufre este miedo incontrolable no piensa tanto en la posibilidad de que el avión se estrelle -siempre menor que el riesgo que corres al subirte a un coche-, como en el terror a vivir situaciones incómodas, por no decir de pánico, como las temibles turbulencias.
Si uno de cada cuatro pasajeros declara tener miedo a volar (habría que saber cuántos se acojonan en silencio durante el despegue), se puede decir que este síndrome está tan extendido como los cursos que prometen ayudarte a superarlo, a pesar de los casi 1.000 euros que te soplan, por ejemplo en el de Air Europa, un pequeño detalle que supongo carece de importancia cuando lo que quieres es ser capaz de tomar un avión sin tener taquicardias. De ahí que el próximo que ofertan ya esté completo. Hay otras webs como Volando sin miedo donde el curso es online y gratuito, si bien apela a la voluntad del usuario satisfecho, que puede donar la cantidad que considere más oportuna.
Aunque ya lo más de lo más es instalarse en el móvil alguna aplicación que invite a abstraerse en momentos críticos de la travesía, aprovechando que ya pasó a la historia lo de mantener los aparatos electrónicos apagados durante el vuelo para no interferir en el sistema de navegación. Lo mismo lo pruebo el viernes y os cuento.
Es más probable caerse de la bici que estrellarse!!
ResponderEliminar