Cuando Emilio Calatayud abre la boca, nunca pasa desapercibido. Habitualmente las declaraciones del juez de menores de Granada tienen trascendencia porque suele conectar con buena parte de la población al verbalizar de manera contundente –sin eufemismos- lo que muchos adultos opinan -y callan- sobre asuntos relacionados con niños y jóvenes. Por lo general cuando se menciona su nombre te vienen a la cabeza las originales sentencias ejemplares para menores descarriados que le han hecho célebre. Pero a partir de ayer toda esa larga y brillante carrera ha quedado empañada por sus últimas declaraciones, más transgresoras de lo normal, y en concreto por una frase poco afortunada que le ha puesto en el punto de mira, principalmente en Twitter, donde merodea mucho ofendido con gatillo rápido.
Calatayud participaba en el programa Las Mañanas de la 1, en RTVE. Tomando como percha la muerte de una célebre influencer, se debatía sobre el uso que hacen los jóvenes de las redes sociales. Preguntado al respecto, el juez dijo textualmente: “Perdón por la expresión. Tomarlo bien ¿eh?, pero las niñas actualmente se hacen fotos como putas”. Los allí presentes, los espectadores tuiteros y en general todo el que escuchó la frase se quedó horrorizado. Algunos pensaron que el juez había perdido la cabeza, si no el juicio. Luego Calatayud ha tratado de matizar su frase y ahondar en la cuestión a través de su blog, incluyendo también como víctimas de la situación a los niños, pero la lluvia de piedras no ha amainado.
Si algo hay que reprocharle al juez es que en esta ocasión no haya calculado bien los daños colaterales de su provocación. Yo sí entiendo lo que quería decir Emilio Calatayud, aunque lo expresara de una manera muy torpe. Lo veo a diario. Cada vez las niñas tienen más prisa por parecer mayores. Les urge abandonar la niñez cuanto antes. Entre los 10 y los 12 años ya tienen un móvil y cuentas en redes sociales donde publican fotos tratando de emular a artistas o modelos a las que admiran o a las que sueñan parecerse. El baño de su casa suele ser un lugar ideal para retratarse frente al espejo vestidas con un top y un short minúsculo, en una postura que puede ser de todo menos natural, mucho menos infantil. Se encierran en su habitación y graban vídeos en plataformas como Musical.ly haciendo playback de éxitos reguetón mientras se mueven como si fueran las protagonistas de un videoclip, con contoneos y caricias incluidas. El mejor tutorial es la discografía de Maluma, baby.
Igual que nos espanta a la mayoría contemplar a niñas disfrazadas de adultas en concursos de belleza infantil americanos, imagino que si algunos padres vieran las imágenes que comparten sus hijas en Instagram se quedarían horrorizados. Pero creo que no las ven y por tanto no pueden protegerlas de sí mismas y de los que sí las ven. No digo que les prohíban jugar a ser mayores -todas y todos nos hemos probado los tacones de mamá antes de tiempo- sino que procuren no olvidar la edad real de esas niñas, oculta bajo el maquillaje, y las traten como tal. Eso incluye, por supuesto, estar al corriente del uso que le están dando sus hijas al móvil y explicarles los riesgos que entraña. Porque esas crías sexualizadas, dentro de la inocencia de sus 11 años, no conciben que ese material vaya a despertar más que admiración entre los amigos que las siguen y aumentar su popularidad en el cole. Y lo mismo ocurre con los chavales, más preocupados en su caso por presumir de una tableta -que ni está ni se la espera- con sus correspondientes oblícuos imaginarios, que fotografían y distribuyen vía Whatsapp para que quede constancia entre sus colegas. Tampoco ellos entienden qué hay de malo en algo tan divertido. Y ahí es dónde quería incidir el juez, un tipo por lo general bastante sensato, en la necesidad de que los padres cumplamos con nuestro deber de padres y protejamos a nuestros hijos empezando por conocerles, saber en qué personas se están convirtiendo, y controlar lo que hacen con ese móvil que algunos les compraron pensando en tenerlos controlados y que ha resultado ser todo un descontrol.
Y dicho esto, no voy a dictar una sentencia ejemplar contra el juez, porque bastante le ha caído ya. Me voy a limitar simplemente a indicarle dónde erró. El fallo de Calatayud fue la expresión “se hacen fotos como putas”. Porque una mujer poniendo morritos en una foto no es una puta. Una mujer posando en bikini no es una puta. Una mujer exhibiendo públicamente su lado más sexi no es una puta. Una mujer que decide libremente buscar likes despertando la libido o el deseo de quien vea su foto no es una puta. Una mujer que simplemente está orgullosa de su cuerpo y se lanza a mostrarlo en una red social no es una puta. Así que las niñas que juegan a ser mayores e imitan a esas mujeres adultas, libres y dueñas de su vida, señor juez, no se hacen fotos como putas. Hablemos con propiedad y respeto. Si no, se arriesga a tirar por la borda años de trabajo bien hecho.
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