Se ha hecho viral la imagen publicada en su cuenta de Instagram por la presentadora de televisión Tania Llasera en la que muestra el pedazo de barriga que aún conserva tras dar a luz por cesárea hace menos de dos meses a su primer bebé. La gente elogia la actitud de la reciente mamá por acercar a la gente la realidad del posparto y lucir con orgullo los efectos secundarios de la maternidad.
Otra televisiva, Pilar Rubio, también daba a luz a mediados de noviembre, aunque en este caso era su segundo hijo. Dos meses después se reincorporaba a su trabajo en el programa "El Hormiguero" mostrando una silueta envidiable sin ningún rastro corporal que delatara el feliz alumbramiento, salvo su sonrisa de madre encantada de la vida.
Son múltiples las razones que explican por qué dos mujeres que pasan por el mismo trance se recuperan de manera tan distinta, desde el ejercicio, la alimentación o el estilo de vida, hasta la propia genética, el metabolismo o particularidades como si eligen lactancia materna o biberón para sus retoños. Y de todo hay, no solo en el medio televisivo, también en la vida real. Pero no es por ese camino por donde quiero adentrarme, dado que no hay dos personas iguales y cada uno es de su padre y de su madre. A donde quiero llegar es al hecho en sí de gestar, dar a luz y criar a un hijo en sus primeros meses de vida, un proceso vital exclusivo de la mujer, tan maravilloso -por lo que supone traer al mundo a otro ser- como sacrificado, y que no creo que el género masculino valore en su justa medida. Para demostrarlo, a continuación recojo 25 “duras” experiencias por las que atraviesa quien se lanza a la aventura de ser madre:
1.-Para empezar, un guirigay hormonal incide directamente y de manera irremisible en su estado de ánimo haciendo peligrar en ocasiones su buen juicio.
2.-Una profunda transformación corporal se hace visiblemente notable en el aumento hasta límites insospechados del tamaño de algunas partes de la anatomía.
3.-Los órganos internos se recolocan y algunos, como la vejiga, parecen reducirse hasta el punto de obligarte a vaciarla cada dos por tres y en el momento más inoportuno.
4.-La espalda se arquea para reubicar el centro de gravedad del cuerpo y cargar con el peso extra del vientre.
5.-Comienzan a repugnar sin motivo aparente alimentos que antes chiflaban.
6.-Hay olores, no necesariamente desagradables, que provocan náuseas.
7.-En ocasiones pierde la capacidad de identificar si lo que se mueve en su interior es su bebé o un gas tratando de decidir qué salida tomar.
8.-La gracia en los andares que un día fue su seña de identidad desaparece de un plumazo.
9.-Inevitablemente termina de comer con manchas en las zonas que ahora sobresalen de su cuerpo.
10.-Incorpora involuntariamente la cámara lenta a gestos tan cotidianos como sentarse y levantarse.
11.-Llega un día que ponerse calzado con cordones es una pérdida de tiempo, a no ser que un alma caritativa a su lado se encargue de atárselos.
12.-Adiós a dormir boca abajo. Y da la gracias si concilias el sueño como antes de tener un bombo.
13.-Puede que también haya que renunciar a comer jamón, embutidos u otros de sus alimentos favoritos.
14.-Incluso puede que le pongan a dieta para no engordar de más, a pesar de tener mucha hambre.
15.-Comienza a padecer síntomas que asociaba más otras edades, como hinchazón de las extremidades por la retención de líquidos, calambres, acidez o estreñimiento.
16.-Deja de ser solo ella. Ahora son ella y el bebé, o lo que es lo mismo, una incubadora con piernas.
17.-Tiene que asumir que va a estar entrando y saliendo del hospital durante meses, perdiendo tiempo en salas de espera para pasar controles, visitas rutinarias, analíticas, monitorizaciones...
18.-Cuando llega el momento crítico debe resignarte al rasurado, el enema y los diferentes tactos con más o menos tacto.
19.-Termina perdiendo el pudor después de la quinta vez que le toca descubrirse ante varios pares de ojos con batas blancas.
20.-No queda más remedio que experimentar las contracciones, la aplicación de la anestesia epidural -en el mejor de los casos-, el empujar sin sentir las piernas, la episotomía o la cesárea y sus puntos posteriores.
21.-Y luego deberá asistir a la subida o no de la leche, la cura de sus heridas y la lenta reducción de su vientre flácido, como un globo que desinflas después de días hinchado.
22.-Llorar sin saber si es de felicidad, de cansancio o de miedo a no saber cuidar a ese ser enganchado a la teta.
23.-Lucir ojeras y bolsas bajo los ojos, que empiezan a marcarse al mes de machacar el organismo durmiendo en periodos de tres o cuatro horas.
24.-Salir por la calle meses después de haber dado a luz y oír a alguien preguntar si está de nuevo embarazada.
25.-Tratar de recuperar la antigua vida sabiendo que ya nada será igual.
Ahora prueba a imaginar a un hombre viviendo una sola de estas 25 experiencias. Yo me confieso incapaz.
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