“Ojalá nos humillen así todos los días”. Lo dice una de las seis mendigas rumanas que se han hecho famosas a raíz del lamentable espectáculo que ofrecieron esta semana unos hinchas del PSV cuando bebían cerveza en la plaza mayor de la capital haciendo tiempo hasta el encuentro de su equipo contra el Atlético de Madrid, ese que ganaron los de Cholo en los penaltis. Los hooligans se entretuvieron denigrando un rato a unas mujeres que practicaban la mendicidad en este punto turístico lanzándoles monedas y haciéndolas bailar y flexionarse al ritmo de olés.
En ese bochornoso rato las mujeres ganaron más dinero que en todo el mes, alguna incluso llegó a los 40 euros gracias a la lluvia de céntimos que les lanzaron los holandeses, cuando normalmente no sacan más de 5 euros al día. Así que cuando una pasa necesidad, está viuda y tiene ocho hijos a los que alimentar, se ríe de la vergüenza… ¿Vergüenza? ¿Qué es eso? Alguien me dijo una vez que el orgullo no da de comer. Es realmente revelador cómo las circunstancias personales pueden modificar nuestro umbral del honor.
Estas gitanas tienen entre 19 y 40 años y ya han vivido más que cualquiera de nosotros. Engañadas en su país, víctimas de las mafias, malviviendo en chabolas o literalmente debajo de un puente, extorsionadas y obligadas a pagar parte de lo que obtienen por mendigar –o sustraer al descuido, también- para saldar una deuda por su viaje a España, con todo lo que llevan a sus espaldas, lo de menos es bailar un poco o agacharse para recoger el botín aprovechando la visita de una pandilla de holandeses con ganas de divertirse. No creo siquiera que sepan ni les importe que el escándalo haya llegado a todos los rincones del planeta, incluidos los Países Bajos, y que el equipo de fútbol de Eindhoven vaya a tomar medidas, o que la Fiscalía de Madrid haya anunciado que investigará el suceso. Lo único que piensan estas mujeres es “Ojalá nos humillen así todos los días”.
Tienes razón,lo que para unos es humillación para otros es generosidad.
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