Todo el mundo se ríe de Donald Trump, se hacen chistes con su pelo, sus groserías, sus bromas sin gracia, sus salidas de tono y sus tropezones, pero acaba de arrasar en Florida y va dejando cadáveres de aspirantes al trono republicano allá por donde pasa. El último, el propio senador de ese estado, Marco Rubio, apeado ya del tiovivo preelectoral. El multimillonario cada vez tiene más papeletas para convertirse en candidato a las presidenciales de los EEUU en vista del carrerón que lleva en las primarias de su partido. Y nadie se lo explica.
Cuesta imaginar que pueda llegar a presidente de los EEUU un tipo xenófobo, partidario de expulsar de su país a los emigrantes y levantar un muro en sus fronteras, un misógino que no se contiene a la hora de emplear descalificativos para referirse a nosotras, un malhablado que articula su discurso de la manera más básica, sembrado –eso sí- de palabras picantes… El típico personaje de reality televisivo o mesa camilla de sobremesa, que diga lo que diga sube la audiencia, porque la vulgaridad dispara los audímetros. Sí, cuesta imaginarlo en el despacho oval y con un botón rojo a mano, pero hay que admitir que su estilo populista está conquistando a mucha gente en Estados Unidos y, lo que es peor, ese mismo savoir-faire se reproduce con más frecuencia de la que -considero- sería deseable en muchos países.
Hubo un tiempo en que los gobernantes eran ciudadanos ilustrados, con don de palabra y gentes, dechados de virtudes, altos estrategas políticos y ejemplo de diplomacia. En este nuevo mundo virtual en el que se ha convertido el planeta, en el que cualquiera se inventa dos chascarrillos, los sube a Youtube y se convierte en ídolo de adolescentes, y donde el éxito se mide por el número de likes y de retweet, no sería descabellado terminar coleccionando a nivel global dirigentes del mismo nivel, que hablen el lenguaje del pueblo y apelen a los más bajos instintos, seres elementales con argumentos de consumo rápido, que se conviertan en noticia de sí mismos, tipos con más ego que vergüenza, caricaturas con cuenta en Twitter, trileros expertos en juegos de manos para borrar la memoria, descontextualizarlo todo y desubicar a los votantes.
Y mientras, sigamos riendo. A ver si se nos va a terminar helando la sonrisa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario