Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

miércoles, 18 de septiembre de 2019

10 razones para verle el lado positivo a una nueva cita electoral

Ahora os imagino cabreados. Resulta hasta cierto punto lógico que os sintáis presos de un bajonazo. Algo deprimidos incluso. Seguramente alterados. No es para menos. Cuatro elecciones generales en cuatro años es demasiado. No hay cuerpo que lo resista. Ni país que pueda salir adelante con esta parálisis. Porque el bloqueo institucional nos mantiene con los mismos Presupuestos, los del popular Cristobal Montoro, prorrogados por segunda vez, dado que con todo este galimatías el calendario electoral no permite aprobar a tiempo otros para 2020. Y porque el poco trabajo que se haya podido abordar estos meses en las distintas Comisiones va a quedar en nada cuando las iniciativas parlamentarias tramitadas decaigan automáticamente a la vez que se disuelven las Cortes.



Estaréis pensando inevitablemente en el dineral que nos va a costar la gracia. No solo por el gasto que supone organizar unas nuevas elecciones, cerca de 140 millones de euros que, por cierto, el Gobierno deberá conseguir mediante la aprobación de un crédito. También en la pasta que se nos va a esfumar en finiquitos de sus señorías tras la disolución de las Cortes, como ya sucedió hace seis meses, después de haber trabajado casi nada y menos. Desde el 21 de mayo de 2019 en que se constituyó la Legislatura hasta el “día D” habrán pasado cuatro meses, con un verano de por medio, poco productivos para el país. No así para los bolsillos de estos servidores públicos.

Mención aparte merecen los presidentes del Congreso y el Senado. Por los servicios prestados durante solo los cuatro meses que han ejercido como tercera y cuarta autoridad del Estado, tras el Rey y el presidente del Gobierno, se han ganado el derecho a cobrar una pensión compensatoria del 80% de su sueldo durante el tiempo que han cumplido su misión. Esto estaría condicionado a no recibir otra retribución del Estado, de modo que si planean seguir como parlamentarios deberían renunciar, como hizo en su día Patxi López. Además, independientemente de su decisión, disponen durante cuatro años de escolta y coche oficial.

No he citado entre las cosas que os remueven las entrañas el célebre kit tecnológico que al inicio de cada legislatura la Cámara entrega a los diputados; ya sabéis, un iPhone, un iPad -el último modelo en ambos casos, naturalmente- y la instalación de línea ADSL gratis en su domicilio, si lo desean y no cuentan con ella. Menos mal que algunos la rechazan. Afortunadamente al final de cada Legislatura han de devolver los aparatitos o comprarlos a un módico precio. Con tantas elecciones seguidas, si yo fuera alguno de los que repiten, haría negocio en Wallapop con los gadgets antiguos.

Al margen del dinero, seguro que soportar una nueva campaña electoral no os parece la idea más atractiva. Volver a tener las farolas decoradas con banderolas que os recuerden las caras de los culpables de esta situación, los carteles machando las ciudades y pueblos, los políticos todo el santo día dando entrevistas en los medios, como si no pasara nada más en el mundo… Seguro que es el escenario menos apetecible. Por no ir más allá, al día después, al "todos hemos ganado", a la enésima ronda de consultas, a las nuevas negociaciones...

Como me niego a que todo esto os amargue la vida, le he estado dando vueltas hasta encontrar 10 razones para verle el lado positivo a una nueva cita electoral. Aquí van:

1.-Dad gracias por vivir en una democracia. Podremos volver a decirles a los políticos qué es lo que queremos. No sé si de manera más clara, como pedía Pedro Sánchez, pero seguro que sí de manera más contundente. Este es un país libre. Que cada uno haga lo que quiera, que se reafirme en su voto, que lo corrija o que castigue con su indiferencia.

2,-Los partidos tendrán la oportunidad de refinar sus listas y desprenderse de algunos fichajes que no les han dado más que problemas por su incontinencia verbal a través de Twitter. De algo ha servido este breve legislatura, como banco de pruebas.

3.-Una nueva cita con las urnas ofrece oportunidades laborales. Algunos medios de comunicación refuerzan sus plantillas, las compañías dedicadas a los sondeos contratan encuestadores y hasta los propios partidos recurren a ayuda externa. En 2011, a través de Adecco se buscaron desde azafatas hasta técnicos de sonido, pasando por repartidores de propaganda o expertos en el montaje de escenarios.

4.-La campaña electoral también nos regala grandes momentos para alimentar las redes sociales. Esos vídeos virales, esos debates con golpes de efecto, esos actos  demenciales que les organizan los jefes de campaña a los candidatos… todo es carne de meme. La diversión está asegurada. Y más comenzando en una noche de Halloween y concentrándose en una semana.

5.-¿Y si le da tiempo a Íñigo Errejón a regresar a la política nacional ampliando la oferta de formaciones de izquierda, fracturándose más el voto en esa ala y arañándole escaños a su antiguo amigo Pablo Iglesias? Apasionante.

6.-Volveremos a sentir la emoción de “a ver si nos toca la lotería”, pero de otro sorteo, el que suelen hacer los Ayuntamientos para encontrar ciudadanos que ocupen los puestos de presidentes y vocales de las mesas en cada uno de los colegios electorales. Quién no sueña cuna experiencia así… Si no sois de esos, podéis ir pensando en excusas por si os toca el gordo.

7.-Con lo que nos gusta a los españoles la fiesta, el 10 de noviembre podremos disfrutar de otra… “La fiesta de la democracia”. Con todo lo que ello conlleva: su jornada de reflexión, su cañita después de pasar por las urnas, la noche electoral vivida en las emisoras de radio como si fuera el carrusel deportivo, el pactódromo de Ferreras…

8.-Imaginad ese momento impagable en el que hipotéticamente se diera un resultado idéntico al de hace seis meses. Seguro que no cambiaríais por nada -o casi nada- mirar sus caras y escuchar sus discursos cerca de la medianoche.

9.-Y algo todavía mejor. Suponed que la sentencia del juicio por el referéndum ilegal del 1 de octubre condena a los políticos catalanes presos. No me digáis que no tenéis curiosidad por ver cómo gestiona el todavía presidente en funciones, Pedro Sánchez, la anunciada reacción visceral de los independentistas. ¿Citará en la Moncloa a todos con los que ha sido incapaz de negociar para que le apoyen en la aplicación de un 155? Sin mencionar esa patata caliente de la petición de un posible indulto. ¿Cómo lo afrontaría el líder socialista estando en campaña? Lo dicho, apasionante.

10.-He dejado para el final lo más importante: Era la 13ª Legislatura. Los supersticiosos lo barruntábamos. ¿Qué esperabais? Mejor que haya acabado pronto.


domingo, 15 de septiembre de 2019

Novatos del mundo, ¡levantaos!

Seguramente habréis visto el vídeo. Interior de una habitación en un Colegio Mayor de Madrid, el Diego de Covarrubias, perteneciente a la Universidad Complutense. Un chico y una chica frente a frente. Ambos tienen en una mano lo que parece merengue o nata. Varios chavales estan presentes observando y esperando su turno. De repente el chico le da una bofetada a la chica con la mano repleta de dulce. Se escucha un ruido seco. Es tan violento el golpe que la desestabiliza y durante unos segundos queda fuera de juego. Ni siquiera grita del tremendo dolor que la torta le ha tenido que provocar. Todos, hasta el agresor, se echan la mano a la boca entre sorprendidos y acojonados. Él mismo da la impresión de pensar, “Me he pasado”. Alguien grabó el vídeo, lo hizo circular por redes sociales, se hizo viral y ha servido para volver a encender el recurrente debate sobre las novatadas en el que nos enfrascamos al comienzo de cada curso. Aunque esta vez ha tenido alguna repercusión más.


La Universidad ha expulsado a los protagonistas del vídeo, el chico que da la bofetada y la chica que la recibe, ambos, por cierto, compañeros, amigos y novatos. Han recibido la misma pena, quince días fuera del Colegio Mayor hasta que la institución investigue lo sucedido y decida qué hacer. No hay que ser Sherlock Holmes ni Hércules Poirot ni Colombo para saber que los dos chavales participaban en un rito iniciático de esos que los veteranos organizan para “ayudar a integrarse” a los nuevos en los Colegios Mayores. Sí, ambos participaron “voluntariamente” en la prueba. Y entrecomillo la palabra porque nadie se presta voluntario a agredir o ser agredido, salvo que la alternativa sea peor. Por ejemplo, que te aislen, que sufras represalias o que te queden pesadillas para el resto de tu vida sobre ese año en el que empezabas a volar fuera del nido y a tomar tus propias decisiones.

En el juego participaban muchos más novatos, aunque sus tortazos no debieron ser tan espectaculares visualmente hablando, por lo que o no hay grabación o el vídeo no daba la talla para ser viralizable, así que se han librado de la sanción. También se han ido de rositas los veteranos que seguramente organizaron esa “fantástica velada”. Veteranos que, por cierto, alguna vez en su vida fueron también novatos y sufrieron esa misma situación. Pero, en vez de empatizar, deciden seguir fomentando esas prácticas, quizá porque en su fuero interno buscan venganza por lo que a ellos un día les hicieron. Y así, año tras año, seguimos perpetuando una siniestra cadena.

La Universidad justifica la medida disciplinaria diciendo que “Las novatadas están prohibidas en la Complutense y por eso los estudiantes implicados voluntariamente en el desagradable incidente han sido expulsados a la espera de la resolución de la inspección servicios de la Universidad”. Los implicados… No me hagan reír. Me da la impresión de que había más implicados que no han tenido que hacer la maleta. Y termina el mensaje con un “No lo permitas”. Muy propio, por eso sanciona a los pobres novatos, por permitirlo, por pasar por el aro y prestarse a ser denigrados por quienes hoy duermen tranquilamente en sus habitaciones del Colegio Mayor donde se realizó el rito iniciático sin que los responsables del centro fueran capaces de detectarlo, ni evitarlo, ni disculparse por ello ante las víctimas.

Aunque, ahora que lo pienso, quizá la estrategia de la universidad para parar esta animalada no se limite a palabrería y haya decidido ir más allá. En vista de que no son capaces de atajar la cuestión por el lado de los fuertes, hacer reaccionar a los débiles a golpes y a sanciones. A ver si esto les sirve para plantarse y decir “Hasta aquí hemos llegado”. “Ya está bien”. No estaría mal pensado... 

¡Novatos del mundo, hagamos que termine la dictadura del veterano! Negaos a exponeros de esa manera. Enfrentaos a las novatadas. No son graciosas. Pasad de los ritos iniciáticos. Despojaos del miedo. Cambiad las cosas y arriesgaos a que os hagan el vacío. Bienvenidas sean la exclusión y la marginación. Si sois muchos, ya no estaréis excluidos, seréis un buen puñado de marginados. Los excluiréis a ellos, a los del rebaño. Sé que cuando uno llega nuevo a cualquier lugar quiere ser aceptado, cuanto antes mejor, pero no a cualquier precio. No paguéis ese peaje. La integración en el grupo no se consigue prestándose a pasar por gilipolleces como nadar desnudo en una fuente congelada, tragar litros de alcohol con un embudo, exhibirse por zonas muy transitadas en ropa interior o romperse la cabeza a bofetones. La integración es otra cosa. Y no es mala manera de empezar a integrarse denunciando a los abusadores. Vejar y humillar no es una tradición. Que no imperen ni la ley del más fuerte ni la del silencio. Y ya puestos, esto podríamos extenderlo a todos los ámbitos de la vida. A ver quién es el primer valiente.

sábado, 31 de agosto de 2019

Respeto

Es unánime el elogio hacia la prensa deportiva por haber sido capaz de mantener el secreto sobre los "motivos familiares de fuerza mayor" que llevaron a Luis Enrique a abandonar la concentración de la Selección española de fútbol en Malta hace cinco meses y a renunciar, posteriormente, al cargo de seleccionador nacional. Creo que habría que hacerlo extensivo el esfuerzo de los futbolistas y técnicos de su entorno, que eran conocedores de la noticia y han conseguido que no trascendiera. O casi. También a los profesionales sanitarios que estaban al tanto y han guardado total discreción. Incluso resulta milagroso que otros medios de comunicación o programas del mal llamado entretenimiento no hayan hurgado en el asunto, estando como suelen estar deseosos por destapar antes que nadie cualquier confidencialidad -cuanto peor, mejor-, como ya han hecho en otras ocasiones. Supongo que la gravedad del caso y su dramatismo, al tratarse de una menor fatalmente enferma de cáncer, también les habrá servido de freno. Porque, conocido ahora el desenlace, ¿quién podría ser tan miserable y desalmado como para no respetar la voluntad de un padre que quiere pasar en la intimidad con su familia, lejos de las cámaras, un trance tan duro como ese?

¿Quiere decir esto que la sociedad española ha cambiado? ¿Hemos madurado hasta el punto de haber aprendido a meternos en nuestros propios asuntos? Pues no del todo. Desde que Luis Enrique se despidió de la Selección me han llegado a través de la red o del boca a boca toda una colección de teorías, ocurrencias y disparates sobre lo que podía estar ocurriendo. Es lo que suele provocar la falta de información, que a la gente le da por imaginar, inventar y dar pábulo a rumores. Así que cuando el propio interesado ha querido desvelar el triste misterio, he vuelto a ser consciente de lo despreciable que puede llegar a ser el género humano cuando le invade la malsana curiosidad y el puro morbo. Afortunadamente esas invenciones no encontraron eco en ningún vehículo de comunicación masivo.

Ahora que los medios hemos demostrado que podemos abstenernos de convertir en noticia un asunto privado, por expreso deseo de los afectados, no desaprovechemos lo que hemos aprendido. A ver si somos capaces de seguir en esa línea y logramos no regodearnos en el desgarro que sentirá Luis Enrique con su pérdida. Dejémosle fuera de foco y en paz para que trate de recomponerse -si es que eso es posible después de un mazazo así- y respetemos el deseo de cualquiera que en adelante pida privacidad para su sufrimiento.

martes, 20 de agosto de 2019

10 cosas que hemos aprendido con la crisis del Open Arms

Cuando escribo este post, el barco de la ONG Proactiva Open Arms lleva ya 19 días en mar abierto sin encontrar un puerto cercano y seguro en el que desembarcar a los 83 inmigrantes que quedan aún a bordo del centenar de rescatados en el Mediterráneo central cuando huían de las costas de Libia. Desde la cubierta se divisa perfectamente la isla italiana de Lampedusa, donde ya podían haber atracado si no fuera porque el ministro italiano del Interior, Matteo Salvini, se ha obcecado en prohibirlo. Y eso que la legislación marítima internacional establece que se permita desembarcar a los rescatados en el puerto cercano más seguro y que un juez ha anulado expresamente el decreto por el que Salvini impedía al buque de rescate adentrarse en su zona jurisdiccional. Al final, la propuesta de trasladar al pasaje a Sicilia para que de allí un avión los llevara a Madrid quedó descartada y el Gobierno español optó por enviar un buque de la armada española desde Rota hasta las cosas de Lampedusa para recoger a los inmigrantes. La travesía dura tres días. Cuando llegue ya se habrá acatado la orden de un fiscal italiano, la inacutación provisional del barco de la ONG y el desembarco de los pasajeros.

De todas las experiencias se saca una enseñanza y, a la hora de señalar lo aprendido con este caso, siento la tentación de hablar de la incapacidad de la Unión Europea para dar una respuesta conjunta al problema de la inmigración. Tendría cierta lógica, quizá, remarcar el papel de Matteo Salvini y preguntarme cómo es posible que un solo tipo esté ganando este pulso. Incluso podría tratar de procesar -para entenderla- la gestión que de este caso ha hecho el Gobierno español, al que le ha faltado algo, no sé si firmeza, autoridad o resolución; lo cierto es que con su tardanza en proponer soluciones y sus cambios de estrategia, ha contribuido activamente a convertir en emergencia humanitaria de primer orden lo que ha ido sucediendo a bordo del barco de la ONG. Una organización, todo sea dicho, empeñada también en cruzar la raya y saltarse prohibiciones. No olvidemos que el Open Arms solo puede dedicarse a transportar y entregar ayuda humanitaria para los refugiados porque el Ministerio de Fomento le vetó expresamente para realizar tareas de salvamento en esas aguas del Mediterráneo Central. Y lo hizo precisamente para evitar nuevas crisis como esta. Del mismo modo, entre las cosas que hemos aprendido a raíz de este nuevo caso, sería injusto no mencionar a las mafias que se enriquecen con los pocos ahorros de estos pobres diablos a los que dejan a la deriva confiando en que alguno de esos barcos humanitarios acabará rescatándolos, aunque sea a costa de generar un conflicto entre países y acabar bloqueados en alta mar porque nadie quiere abrirles sus puertos, como ha sido el caso. Eso si antes no se los traga una ola y sus cuerpos, entonces sí, terminan llegando a la costa. Las mareas se pasan por el forro las prohibiciones de Salvini. En cuanto a los negreros, poco les importará la suerte de sus clientes, ellos ya han cobrado.

Todas estas circunstancias que, en principio, animan a la reflexión y sin duda nos ilustran sobre esta realidad, se quedan en nada al lado del episodio que, en mi opinión, más nos ha enseñado en medio de este conflicto. Me refiero a una colección de tuits escritos por todo un flamante diputado del Congreso representando al partido Ciudadanos: Marcos de Quinto. Este caballero ya había dado muestras de su desenfado verbal a través de las redes. Algo lenguaraz e incapaz de resistirse a una provocación, de esas que abundan en Twitter, con el tema del Open Arms se ha venido arriba y ha llegado a sugerir que los rescatados del Open Arms eran “bien comidos pasajeros”. Esta afirmación provocó una lluvia de críticas de los tuiteros a quienes no dudó en responder con calificativos como imbécil, mantenido, troll de mierda, cretino, deficitario educacional… Aunque sus propios compañeros de partido en principio eludieron pronunciarse sobre sus manifestaciones, empiezan a surgir voces que piden que se le desautorice.




Por todo ello, no me puedo resistir a que este “pirata que navega sin bandera”,  como él mismo se presenta en su cuenta de Twitter, sea quien me inspire hoy para escribir las 10 cosas que hemos aprendido con la crisis del Open Arms:

1.-Que en las últimas elecciones irrumpieron en el Parlamento más hooligans que ciudadanos capacitados, equilibrados y con alma de servidores públicos.

2.-Que, como sospechábamos, las redes sociales son una herramienta de alto voltaje que hay que saber utilizar.

3.-Que dinero y posición social no son sinónimos de buena educación.

4.-Que la chispa de la vida la tendrá la Coca-Cola, pero no quienes han ocupado cargos directivos en la empresa.

5.-Que a la hora de reclutar talento en la sociedad civil es más importante valorar la sensibilidad que la cuenta de resultados (o la cuenta corriente).

6.-Que hay miserables en todas partes.

7.-Que los españoles nos merecemos más nivel en la clase política.

8.-Que de un exitoso hombre de negocios se espera algo más de altura.

9.-Que un servidor público debería tener un mínimo de contención y no responder a las provocaciones tirándose alegremente al barro.

10.-Y que quizá, al final, lo mejor para los ciudadanos –en todos los sentidos- es que no haya más remedio que volver a votar. Aún estamos a tiempo de corregir algunos errores y convertir en anécdota la breve carrera política de alguno.


domingo, 4 de agosto de 2019

Yo también estoy contribuyendo a la turistificación

La Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona ha lanzado una campaña para reducir la masificación de turistas en la ciudad, lo que llaman turistificación. Se les ha ocurrido preparar unos panfletos que reparten por zonas muy frecuentadas en los que les piden a los turistas que, cuando regresen a sus países, no cuenten a nadie que han estado en Barcelona, que guarden el secreto de los tesoros que han contemplado.



La iniciativa, por lo naif, despierta en mí cierta ternura, aunque en otros lo que provoca es pitorreo, sobre todo por el vídeo que ha circulado y se ha hecho viral en el que aparece la presidenta de la Federación intentando argumentar su postura.

                   
Lo siento, pero me cuesta mucho no hablar bien de Barcelona y recomendarle a cualquiera que visite la ciudad. Es más, lo siento, pero en cuanto tenga oportunidad volveré a visitarla. Y lo siento por los vecinos de la ciudad a los que les estorbe mi presencia. Trataré de pasar más desapercibida. 

Ya he escrito otras veces en este blog sobre los problemas del turismo. Es un negocio que tiene tantos beneficios como efectos secundarios perniciosos. Hay un turismo que contamina, molesta, degrada… Va con la manera de ser y la educación de la gente. No hay más que ver por las costas -y también el interior-las hordas de borrachos ingleses, alemanes -y también españoles- dando la nota. Así que es lógico que los residentes habituales de los llamados puntos de interés, aquellos lugares que la gente desea visitar, se sientan en muchos casos invadidos.

Me quedó claro hace algunos días cuando visité Mallorca por primera vez y viví algunos momentos de un surrealismo daliniano. En pleno verano, como es lógico, la isla está sobresaturada, particularmente de alemanes. Puedes pasar horas sin escuchar a nadie a tu alrededor hablando en castellano. Por cierto, me llamó la atención la cantidad de cochonetas y flotadores que había en las basuras. Pensé que tenía cierta lógica. Los que vienen desde tan lejos no deben viajar con el inflable de flamenco o unicornio y con la sombrilla; les sale mucho más rentable gastarse 5 euros en España y al cierre de sus vacaciones tirarlo todo a la basura. Así que, mientras el negocio local ingresa por vender plástico, el ayuntamiento de cada zona turística se gasta el equivalente en recoger los residuos de los visitantes.

Pero volviendo a lo que os quería contar. Llegados a nuestro destino, en la costa oriental de la isla, buscamos el hotel en el que nos alojábamos: El Smartline Anba Romani, asequible y con buena pinta, según vimos en Booking. Nada más acceder al vestíbulo, Laura, la memorable recepcionista, nos saludó en alemán. Os aseguro que parecemos cualquier cosa menos ejemplares de la raza aria. Respondimos en castellano y continuó dirigiéndose a nosotros en el idioma de Ángela Merkel, como con el piloto automático puesto, hasta que le pregunté si podíamos comunicarnos en castellano. A partir de ahí todo fue extremadamente atípico, desde la conversación hasta los trámites. Por ejemplo, en vez de pedirnos la documentación para registrarnos, nos dio unos papeles y unos bolígrafos para que anotáramos nosotros mismos nuestros datos personales. “Y lejos del mostrador de recepción, para no molestar”, dijo. Si fuéramos más gamberros podíamos habernos inventado el nombre del huésped, no sé… quizá “Napoleón Bonaparte”, y anotar un DNI tan loco como estaba resultando toda aquella experiencia. Dudo que hubiera pasado nada.

A continuación cayó en la cuenta de que no nos había cobrado la ecotasa a todos. No nos sorprendimos, ya habíamos viajado a otros destinos donde cargan a los viajeros en los hoteles una tasa simbólica. Lo comprendo. Si durante un tiempo duplicas tu población y esos no empadronados también se benefician de los servicios de todos, resulta ilógico que afrontes la inversión solo con los impuestos de los residentes. Pensamos que en este caso, en Mallorca, sería algo así como un euro, pero ella nos sacó del error con una sonrisa y la mirada de quien piensa: “Valientes gilipollas”. “3,30 por noche y persona mayor de 16 años”, nos aclaró. Y cuando terminamos de procesarlo se nos ocurrió comentar que con ese precio daban ganas de no volver, a lo que ella contestó: “Pues mejor para nosotros, así estamos más tranquilos los de la isla”. ¡Con dos cojones! Le contestamos que sin turismo quizá ella no tendría trabajo, pero nos miró enseñando todos sus dientes y dando la impresión de importarle una mierda. Quizá no se paró a pensar en lo que ingresa esta comunidad autónoma no ya solo con el turismo, sino simplemente con este impuesto aplicado al turista. 

Dice un proverbio chino “Ten cuidado con lo que deseas, no vaya a hacerse realidad”. Mientras esta mallorquina que se gana la vida gracias al turismo sueña con no ver un turista por su isla, en Egipto tratan de salir del hoyo en el que los enterró la primavera árabe y recuperar a los visitantes que les llevaban prosperidad. Aunque sea permitiéndoles hacerse selfies gratis con las momias o Tutankamon.

Por cierto, ya que en Baleares cobran lo que cobran al viajero por gozar del privilegio de nadar en las aguas cristalinas de las calas y tumbarse en la arena fina de la orilla, quizá podían invertir algo más de esos ingresos en mantener limpio el paraíso.