Odio los días de lluvia

No me gustan los días de lluvia. 

No sé a quién se le ocurrió la tremenda majadería de que ver llover es romántico. 

Que llueva trastorna la vida. 

Complica la movilidad. 

Baja la temperatura corporal. 

Desciende el ánimo. 

Se te quitan las ganas de salir. 

De hacer nada. 

Será bueno para el campo, pero causa goteras en los tejados. 

Y en el espíritu. 

Los conductores no hacen caso de las señales, siguen yendo a la misma velocidad. 

Caminar por la acera es arriesgarse a terminar salpicada por los coches que no sortean los charcos. 

Si pisas una baldosa mal colocada sobre el pavimento, también te calas hasta la entrepierna. 

La gente te golpea con los paraguas. 

Entras en las tiendas y patinas sobre el reguero de agua que van soltando los que te precedieron. 

Las puertas de los colegios se atascan. 

La gente es más impertinente cuando llueve. 

Todo el mundo parece estar cabreado. 

O es que los gilipollas se manifiestan en contacto con los chaparrones. 

Cuando se muere alguien un día de lluvia parece que el cielo también lo siente. 

Manolo Tena. Chus Lampreave... 

El día está de color gris. 

Huele a humedad. 

Llegas a casa con los dedos de los pies empapados. 

Y con el pelo encrespado. 

Odio los días de lluvia. 

No me inspiran más que idioteces sin gracia como esta.