No me gusta que los periodistas sean los protagonistas de la noticia. Según mi forma de ver el oficio, el informador debe mostrar la realidad, contar los hechos, aportar los datos, sugerir las claves y ponerse de perfil incluso -o ser una voz en off-, para no tapar el plano. Pero hay veces que directamente los propios acontecimientos convierten al comunicador en historia central. Ahí tenemos a Sastre, López y Pampliega, los tres informadores secuestrados durante 10 meses en Siria y que hoy felizmente han vuelto a casa.
Imagen compartida en Twitter por Mariano Rajoy
Es evidente que en su ánimo no estaba ser el centro de la actualidad ni ocupar la portada en todos los periódicos. Ni siquiera creo que les agrade mucho estar ahora en el foco. Durante su largo cautiverio la consigna era recordarles pero en silencio, no generar ningún despliegue ni seguimiento informativo para no entorpecer las gestiones diplomáticas y de los servicios de inteligencia que finalmente han logrado su liberación. Sospecho que, salvo la lógica algarabía de su regreso a España y el tan obligado como discreto testimonio de cortesía sobre esta dramática experiencia, los tres reporteros se escabullirán del primer plano en cuanto puedan para recuperar su casi anónima vida de freelance.
En las antípodas del periodista que es noticia sin proponérselo se encuentra el profesional que convierte en espectáculo su propio trabajo, el que sitúa su protagonismo por encima de la historia o se considera a sí mismo con la suficiente entidad como para venderse como reclamo. Los programas 21 días y Conexión Samanta merodeaban por esos territorios y ahora, rizando el rizo, dando un paso más allá, la cadena Cuatro ha estrenado esta semana 9 meses con Samanta, donde la propia Samanta Villar nos cuenta su reciente experiencia como madre de mellizos tras someterse a un tratamiento de reproducción asistida. En el espacio salen otras personas, gente anónima que vive experiencias similares, pero son simples secundarios. La chicha, la gracia, lo que vende, es cotillear cómo ha vivido la reportera el proceso, con su test de embarazo, su ecografía, sus náuseas y hasta su estreñimiento. Quizá sea mi exceso de pudor, mi desorbitado sentido del ridículo, pero este formato no lo termino de ver. ¿Cuál es el propósito de exponer tu vida de esa manera? ¿Dónde está el interés? ¿Se busca el puro divertimento de la audiencia? ¿O el delirio de los fans? La primera entrega no dio mal de audiencia, así que entiendo que la respuesta está ahí, funciona como funcionan otros programas de telerrealidad.
Anuncio promocional de Cuatro
Es cierto que el género televisivo exige un tipo de periodista que es más personaje y que el espectador tiende a considerarlo una celebridad sobre la que conocer sus más íntimos secretos, pero estoy segura de que es posible permanecer al margen y no traspasar la línea para salir indemne. Simplemente hay que quererlo.
Lo dicho. No me gusta que los periodistas sean los protagonistas de la noticia. Pero, a quién le importa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario