Este cartel está pegado en la puerta de una copistería de Madrid. Lo he visto esta misma mañana y me ha llamado la atención, principalmente por la manera en que el empresario acota la búsqueda para cubrir un puesto de trabajo en su establecimiento concretando la edad y el género de la persona que quiere contratar. Afortunadamente en el letrero no se mencionan detalles sobre el físico de la candidata -por ejemplo que esté buena-, algo que ya no me sorprendería...
Me pregunto por qué el responsable de este negocio requiere exactamente una mujer y de esa edad. Puede que para manejar las máquinas fotocopiadoras las chicas nos demos más maña. En cuanto a los 18, quizá es que busca la edad mínima para no incurrir en un delito de explotación infantil. O simplemente ha pensado que el colectivo de mujeres jóvenes es el que tiene más necesidad de ser contratado. A lo mejor ha especificado ese número porque considera que a esa edad la experiencia laboral es mínima, por no decir nula, lo que significa que aún es pronto para haber sufrido el síndrome de burnout, vamos, que las empleadas de 18 no suelen sentirse todavía quemadas por el trabajo, sino más bien todo lo contrario, tienden a estar más frescas que una lechuga y acatan sin rechistar cualquier orden que reciban de un superior. Eso supone un lugar de trabajo en paz, algo que suelen valorar mucho los empresarios.
Imagino a las chicas de 17 años que pasan por allí, ven el cartel y sueñan con el día que cumplirán los 18, no tanto por alcanzar la mayoría de edad y con ella poder conducir, votar o beber alcohol legalmente, sino por presentarse en el centro de reprografía con el DNI entre los dientes, dispuestas a pelear por el puesto. Me pregunto también qué pasará cuando la afortunada que finalmente sea elegida, cumpla los 19. ¿A la calle? Quién sabe. Puede que se canse antes y no haya necesidad de traumatizar a nadie.
Pensándolo bien, el anuncio podría ser simplemente una estrategia de marketing perfecta. Lo que se llama vulgarmente utilizar a la trabajadora como un reclamo. Si tiene 18 años lo más probable es que sea estudiante de primer curso de alguna carrera y que tenga amigos estudiantes que necesitan encuadernar trabajos o fotocopiar montañas de apuntes. Y ¿dónde van a ir a buscar estos servicios? Pues a la copistería donde trabaja su amiga.
¡Madre mía! Lo que da de sí un letrero con seis palabras. O lo que me cunde a mí. Voy a tener que hacérmelo mirar.
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