La alcaldesa de Madrid ha pedido que retiren los contenedores de vidrio con forma de pelota de tenis que se habían instalado en distintos puntos de la capital dentro de la campaña #reciclaporpelotas que iba asociada al XV Mutua Madrid Open de tenis. Por lo visto, a ciertos sectores de la población madrileña, en concreto al Consejo de las Mujeres del Municipio de Madrid, el eslogan les parecía ofensivo y machista, porque parece que se dirige solo a ellos –que tienen pelotas- y nos deja fuera del noble acto de reciclar a nosotras -que en muchos casos, todo sea dicho, tenemos un par-. Al final a las autoridades capitalinas no les ha quedado más remedio que cargarse la acción antes incluso de que haya terminado el torneo, dicen que porque la imagen que quieren dar de Madrid no es esa. Ojo, que las pelotas están adornando las calles desde el 30 de marzo, así que con lo que ha tardado en llegar la orden de retirada y para lo que queda de torneo, podían haberse ahorrado el revés.
La gente se la coge con papel de fumar. Cuando yo vi uno de esos contenedores le hice una foto porque me llamó la atención y me extrañó que no hubieran surgido voces críticas con el atrevido lema (mi mente es calenturienta y siempre tiendo a pensar en verde). Ahora veo que el conflicto estaba latente, aunque haya tardado unas semanas en brotar.
Más escandaloso que reciclar por pelotas me parece que te cueste un huevo ver los partidos del Mutua Madrid Open de Tenis. Todos los años envidio a los afortunados que consiguen invitación. No porque entran a un universo paralelo donde comes y bebes de gorra y te cruzas con gente famosa, sino por el simple hecho de poder disfrutar de un partido de tenis cómodamente sentado en buenas localidades sin tener que pagar. Diréis que si tanto me gusta el tenis me compre unas entradas, que todavía quedan. Y tendréis razón, pero los precios no me animan. Esto es lo que me encuentro para asistir en directo a la final.
Ya no quedan asientos disponibles en la zona donde me gustaría ver el partido y donde quedan, en el último anfiteatro, ahí donde ni siquiera con el ojo de halcón serías capaz de ver la pelota, los precios oscilan entre los 86 y los 163 euros. Pongamos que planeo compartir este acontecimiento con la familia. Echamos cuentas y con lo que cuestan cuatro entradas de las malas casi me gasto el salario mínimo interprofesional. Y aunque tuviera la suficiente afición y el dinero necesario, me fastidiaría ser la única que paga. ¡Qué pena no ser rico! Es lo paradójico de la vida. Cuando te sobra el dinero y puedes pagar sin problema un puñado de entradas de las buenas, resulta que no tienes que molestarte en sacar la cartera porque precisamente por ser rico y famoso te invitan.
¡Cómo entiendo la indignación de Sergio Martín, el responsable de La Noche en 24 horas! A él tampoco le invitan, y eso que está en la pomada y contactos no le faltarán. Yo, en cambio, a falta de que se acordara de mí algún amigo bien posicionado, me había conformado con ver las pelotas de Carmena. Y ahora también me privan de eso.
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